Delegación de Medios de Comunicación Social

03/05/2020

Compartir

La tele-oración

Llevamos algo más de dos meses sumidos en la pandemia del Covid-19, cincuenta días desde que en España comenzó el Estado de Alarma que nos ha mantenido confinados en nuestras casas, un periodo de tiempo donde nos habremos comportado mejor o peor, pero en el qué casi todos hemos cumplido las normas del confinamiento, normas establecidas por los principios de salud y seguridad de todos. Hoy hay que agradecer que parece que las medidas empiezan a suavizarse estos días.

Todo ello sin olvidar lo más importante, parece que las cifras de la afectación de la pandemia van amortiguándose, aunque no olvidemos que tras de sí deja un rastro de dolor inimaginable. Es muy difícil creer que todo volverá a ser como antes, porque la salida de la crisis creo que no se verá hasta que la vacuna no sea efectiva y real o cuando menos haya un tratamiento con retrovirales que controle la enfermedad. Y será entonces cuando podremos sacar las conclusiones de cómo puede ser el futuro social que nos espera, de momento yo no me atrevo a postularme. 

Aunque sí quería detenerme en cómo ha sido la oración personal en este tiempo. Cómo han proliferado, y hay que agradecer el esfuerzo de quien lo ha hecho posible, las retransmisiones de eucaristías, celebraciones y oraciones a través de Internet para llegar a todos los que estábamos en casa, para evidenciar que la fe no se alimenta con un paseo hasta el templo para que me vean, sino que por suerte es mucho más.  En el haber de estas retransmisiones (tele-oraciones) está haber suplido la asistencia física a los templos, a una meditación de la Palabra más intensa en la soledad del hogar en muchos casos, haber participado virtualmente de la comunión como alimento de la fe y  por supuesto, compartir la fe con otros, que es condición imprescindible del buen cristiano.

Se ha ofrecido un servicio que en gran medida habrá calado en sus seguidores y qué, insisto, en algunos casos se haya podido vivir incluso de forma más intensa que en el propio templo. ¿Qué podemos concluir? Pues que dentro del proceso de reinventarse, de adaptarse a los tiempos, hoy podemos decir que la Iglesia ha ganado una cuota de espacio digital que seguramente no tenía y eso es lo que habrá que cuidar cuando todo pase. Que seguramente no haya que retransmitir la eucaristía por Internet, pero que también hay que tener en cuenta que hay enfermos o discapacitados a los que les es imposible asistir a los templos y que el mensaje actualizado de la fe les tiene que llegar. Así que habrá que seguir reinventándose.

Ánimo a todos y un fuerte abrazo. 

Jaime Rebollo
Subir
Lo sentimos, no hemos encontrado ningún resultado para su criterio de búsqueda.