Oficina de Patrimonio

14/02/2024

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Nueva exposición temporal en el Museo Diocesano a cargo de Javier Carpintero

La Delegación Episcopal de Patrimonio inaugura la Exposición "Vera Icon" en el Museo Diocesano (Iglesia de Santo Tomé, Plaza de Santo Tomás), con 12 obras del pintor Javier Carpintero, licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Salamanca y Postgrado en Edinburgh College of Art (Escocia). La exposición se clausura en el mes de junio y estará disponible para los interesados en conocerla de lunes a sábado, en horario de 10:00 a 14:00 y de 17:00 a 20:00 horas, y los domingos y festivos, de 10:00 a 14:00 horas.

Miguel Ángel Hernández indicó que esta exposición nació con el deseo de continuar con el proyecto inicial de potenciar el trabajo de los artistas locales que el Museo siempre ha tenido como objetivo en el marco de las exposiciones temporales. Fue, según el responsable de patrimonio de la diócesis, Ricardo Flecha quien apuntó la posibilidad de contar con Javier Carpintero como artista idóneo para este formato. Sus lienzos van a interpelar a los visitantes que pueden acercarse a esta manera de interpretar el rostro de Cristo.

Reproducimos a continuación la presentación de la exposición que realiza Sofía Cuadrado Almuiñadel Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamir:

El arte contemporáneo y los artistas tienen la capacidad de adoptar, adaptar y transformar los conceptos más reconocidos cultural e iconográficamente para generar nuevas lecturas, miradas y actitudes frente a sí mismos y la obra. En su trabajo, Javier Carpintero (Zamora, 1967) cuestiona conceptos como soporte, pintura e icono, además de trabajar en torno a dos referencias fundamentales durante toda su trayectoria artística: la búsqueda inagotable de sí mismo en la historia del arte y el memento mori.

Carpintero entiende como soporte el sudario, un lienzo que se pone sobre el rostro de los difuntos o en que se envuelve el cadáver; el “Santo Sudario” es, entonces, la sábana o lienzo con la que José de Arimatea cubrió el cuerpo de Cristo cuando lo bajó de la cruz.

Pintura y sudario entran en diálogo en manos de Carpintero. Por un lado, la pintura como metáfora del propio sudario. Es decir: la pintura entendida como las huellas, los rastros de otros, de los iconos aquí presentados. Zonas de estigmas reflejadas en el rostro, pies y manos del propio artista, lugares con narración contenida en la iconografía cristiana. Javier entiende su propio autorretrato (su cara, sus pies y sus manos) como parte inherente de esa tradición de envolver y recoger el cuerpo en un sudario, fijar en la memoria lo que de otro modo podría perderse. Así, el artista establece un diálogo consigo mismo, un mirarse frente a frente desde la perdurabilidad de la vida.

Por otro lado, el sudario entendido como pintura, como soporte sobre el que imprimir un cuerpo. El tratamiento exquisito del óleo por parte del artista permite reflexionar sobre la calidad técnica de su trabajo y la fascinación por la historia del arte en general y el Renacimiento y Barroco en particular. En Sudario I (d´aprés Antonello de Messina) Carpintero adopta y reinterpreta al Cristo muerto sostenido por un ángel (original de 1475-1476) del pintor del Quattrocento italiano, mientras que en Sudario III la protagonista es la Verónica con velo (ca. 1655-1660) de Mattia Preti.

A través de estos juegos, trampantojos, veneraciones artísticas y calidades técnicas, Javier establece un diálogo constante, presente en toda su trayectoria artística, con el poder de la imagen. El icono entendido como parte inherente de la cultura propiamente occidental tanto por su poder contemplativo como por el valor que la imagen, el icono, guarda en sí mismo, en tanto que es valorada como algo ya no terrenal, sino divino, elaborado por manos no humanas: non manufactum.

Dice Javier que, cuando de pequeño veía en Zamora desfilar en la procesión de la Cofradía de Jesús Nazareno Vulgo Congregación el paso de la Verónica, de Ramón Álvarez (que en la actualidad desfila con dos sudarios pintados por Carpintero, ambos presentes en la exposición), se preguntaba cómo enjugar un velo por el rostro de alguien pudiera dar como resultado una figura tan clara y real sobre una tela. “Esa curiosidad siguió cuando comencé a pintar, pues fui consciente de que la pintura es lo mismo que el paño de la Verónica: manchas (ya sean de pintura o de sangre) que sugieren una imagen”. Los sudarios más realistas no deberían por tanto definir tan bien un rostro, sino recoger en sí mismos las manchas de sudor y sangre, ya que en un sudario, al igual que en la historia del arte, se parte de la figuración (el rostro) para llegar a la no figuración (sudor, lágrimas y la propia sangre del artista, que utiliza a veces como pigmento).

Sin embargo, en los sudarios se refleja una imagen fidedigna para comunicar, remarcando el poder visual del icono, de la imagen verdadera (vera icon) presente en el sudario, que es reliquia. Carpintero reflexiona sobre el concepto vera icon desde una perspectiva plenamente contemporánea. A través del uso realista de la imagen en los sudarios, tras ese periplo de la no figuración a la figuración y de vuelta a ésta desde la visión más actual, Javier reflexiona sobre la contradicción que la propia historia del arte en particular y el momento actual desarrollan. Por un lado, la credibilidad y el poder de las imágenes durante siglos; la defensa de la imagen en plena Contrarreforma del siglo XVII como vehículo narrativo, de cuando éstas eran utilizadas en el contexto político-religioso para adoctrinar y emocionar, narrar y transgredir. En frente, el consumo de imágenes exacerbado del mundo actual, así como la pérdida de credibilidad de las mismas por el uso de la Inteligencia Artificial.

Para Javier todo esto implica, además, un cuestionamiento de sí mismo como artista. Conceptos como non manufactum vera icon hacen cuestionarse el trabajo manual, el papel del artista en lo sagrado, el cuestionamiento de sí mismo con respecto a su trabajo, la perfección técnica a partir del trabajo manual, hecho por la mano humana. ¿Qué es más importante, la firma del creador o la creación en sí misma? ¿La perfección que pueda alcanzar la mano humana o la narración del icono por sí mismo?

A todo esto se suma esa obsesión y presencia constante en su obra del memento mori o la consciencia del dolor y la muerte, concepto general de la exposición y omnipresente a lo largo de toda la trayectoria artística de Carpintero: una reflexión sobre la fugacidad de la vida, la percepción de la muerte y la importancia del icono como parte inherente de nuestro lado más salvajemente humano.

 

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