Comunicación
26/01/2021
Para celebrar
Los aniversarios son para celebrarlos. Lo aprendí en mi etapa pastoral en Villalpando. Desde luego mucho depende el cómo. A veces nos quedamos en el mero festejo, en el acto ritualista que no va más allá de la mera hojarasca y las formalidades (quizá no tenga demasiado sentido gastar fuerzas –escasas- en esta forma de hacerlo), pero en otras ocasiones somos más ambiciosos. Estamos llamados a festejar poniendo la vista en frutos. Recordar lo que somos, tomar plena conciencia de los hechos pasados, y desde ellos construir para seguir caminando, con ánimo reforzado. El pasado año se cumplieron 900 de la restauración de la diócesis de Zamora en la persona del obispo Bernardo, que en 1120 la restituyó, dándole entidad propia y no sometida a otras sedes. Un lustro antes, en 2015, se cumplieron los 150 años de la agregación de la catedral zamorense a la basílica de San Juan de Letrán. Esta segunda efeméride la dejamos escapar. La primera hemos de festejarla a lo grande.
A lo grande, porque sencillamente no puede ser un mero recuerdo. Por encima de hacer un par de actos litúrgicos debe ayudarnos a ponderar nuestra condición y papel como comunidad presidida por su obispo para anunciar el mensaje del evangelio en la sociedad en la que se inserta, fuera la de 1120 o sea la de 2021. Una comunidad de cristianos al servicio de los ciudadanos de un territorio concreto, éste de Zamora al Norte y Sur del Duero, no cualquier otro, con sus peculiaridades, sus lastres, sus miserias y potencialidades. Con sus formas propias. Y ayudarnos a tomar conciencia de nuestra entidad particular. Y la capacidad que ello nos da para adoptar decisiones autónomas y ajustadas a las necesidades de estos diocesanos concretos. Por de pronto ya hemos recibido el primer regalo del IX centenario con un obispo que pinta más que bien (así lo atestiguan su trayectoria como pastor, gestor, misionero y académico –los cuatro pilares-, y sus primeros pasos en Zamora). “Este obispo sí que camina rápido”, dijo con tino quien se sentaba delante de mí en su toma de posesión mientras impartía la bendición por las naves de la catedral. Un signo más que elocuente. Confiamos en que nos dure, desposado con su Iglesia local concreta al Norte y Sur del Duero, y que, por coherencia con el evangelio, la praxis de promocionar a los más válidos no nos deje sin pastores lúcidos a las Iglesias de menor cuantía, que a veces nos hace sentir como laboratorios de pruebas. La conmemoración del 900 aniversario ya nos está invitando a buscar caminos para hacer hoy de la Iglesia particular zamorense un instrumento útil al servicio del anuncio del Reino a los habitantes en este territorio. Será una ocasión preciosa para ahondar en la condición de sede episcopal. Aprovechemos la coyuntura.
Rafael Ángel García-Lozano