En camino desde la Asamblea hacia el Consejo Pastoral DiocesanoEl sábado 5 de abril concluía la III Asamblea Diocesana que se ha celebrado a lo largo de este curso 2024/25. Desde primera hora de la mañana el grupo de voluntarias acogió a cerca de un centenar de participantes en el acto. La última sesión de la III Asamblea comenzó con las palabras de D. Fernando, quien invitó a los participantes a aprovechar esta oportunidad que brinda el Espíritu Santo a nuestra Iglesia Diocesana.
Tras las palabras de D. Fernando, la Asamblea comenzó con un momento de oración, rezando juntos la oración Adsumus. Esta sesión, titulada Retos y pistas, continuaba la senda abierta en septiembre de este curso, por ello, se quiso comenzar con la presentación de las conclusiones de la anterior sesión de la Asamblea, a cargo de sor Concha, superiora de la Comunidad del Amor de Dios de la Casa Fundacional de Toro, y Tita Mielgo, miembro del Consejo de Gobierno. Tal y como fueron señalando, los participantes de la segunda sesión insistieron en la necesidad de fomentar la comunión, de trabajar en grupo y con otras realidades; así como la superación de actitudes individualistas. Los miembros de la asamblea propusieron también cuidar la formación y la comunidad, así como fomentar la presencia en la sociedad, con un testimonio veraz, el diálogo y el acompañamiento, con atención a la salud mental, y la insistencia en el trabajo con y para jóvenes.
La primera ponencia de la mañana, a cargo de José de Pablo SJ, tomó pie de las citadas conclusiones para abrir paso a la senda que estamos llamados a recorrer. El camino de renovación es volver a la Iglesia como punto de partida en la Iglesia. Una Iglesia al servicio y que se reconoce como sacramento que hace accesible el encuentro con Dios, señaló el sacerdote jesuita. La tarea que se pone sobre la mesa supone reconocer las pistas que se suscitaron en los anteriores encuentros: transparencia, confianza, servicio, esperanza, colaboración y diálogo, “para acercarse a Cristo y a los que Él ama”, señaló José de Pablo, al pedir que no cayesen en el olvido ancianos, jóvenes, pobres, inmigrantes, víctimas y excluidos.
Estas pistas abren el camino hacia una Iglesia más misionera, catecumenal, pastoral y presente en el mundo, que realiza el reino desde el servicio fraterno, que vive el reino desde la comunión, que anuncia la salvación, y que celebra la vida, como reino festejado. Una Iglesia viva que comparte el Reino de Dios que se hace presente entre nosotros. Desde ahí se invitó a mirar con esperanza y como posibilidad los retos que se pusieron sobre la mesa: desencuentro, rutina, desesperanza, jóvenes alejados, clericalismo, desvinculación, fugacidad del compromiso.
Tras la pausa para el café, el tiempo se dedicó a iluminar desde la oración los retos, pistas y caminos, contemplando el pasaje del Señor caminando sobre las aguas (Mt 14, 22-33). Un tiempo pausado y sosegado para contemplar los miedos, las dudas y las oportunidades a las que la Iglesia diocesana está llamada para avanzar.
Después de la oración, tuvo lugar el tiempo para la conversación en el Espíritu, los participantes, divididos en dieciséis grupos, llevaron a cabo este método de discernimiento para responder a la pregunta “¿qué llamadas nos ayudan a avanzar?”. Tras lo cual tuvo lugar una comida fraterna en los salones del Seminario.
La ponencia de la tarde corrió a cargo de D. Juan Antonio Guerrero, retomó la reflexión sobre el significado del proceso sinodal y la evaluación de los pasos que se han venido dando, para terminar por formular una propuesta muy concreta:
“Queremos ayudar a tomar conciencia de la corresponsabilidad de todos en la Iglesia, pedir a la gente participación, el obispo quiere formar un consejo pastoral diocesano donde los laicos participen y que a él le asesoren, para tomar las líneas pastorales, para ir implementando estas cosas”.
La jornada finalizó con la celebración de la Eucaristía en Santiago del Burgo. Nuestro obispo, D. Fernando, invitaba a la Iglesia diocesana a poner el corazón en las necesidades de los demás, para caminar en el desierto de la vida y escuchar lo que Dios le habla en el corazón. Una Iglesia que ha de ser transparente y experimentar la misericordia de Dios para caminar hacia la Pascua, finalizando con la siguiente exhortación:
“Tened esperanza, cultivad vuestra vida espiritual, id y sed capaces de encontraros con las personas, especialmente con las más despreciadas y desfavorecidas. No tengáis miedo de salir e ir contra la corriente”.
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08/04/2025más info