Enseñanza
13/07/2024
Y el Campamento diocesano cumplió su mayoría de edad
Ya son dieciocho las ediciones del campamento promovido por la delegación diocesana de enseñanza de Zamora. Por sus tiendas de campaña han pasado en las dos últimas décadas varios miles de chavales que, procedentes de las clases de religión de los institutos y colegios de la provincia, eligen este proyecto como espacio de ocio y convivencia para el verano. En esta ocasión han sido 170 los acampados que, acompañados por una treintena de monitores, han podido vivir la experiencia de diez días de convivencia en Sanabria, inmersos en una propuesta lúdica y educativa de primer orden.
El coordinador de la actividad, Juan Carlos López, afirma que “lo mejor de todo, además de la ilusión con la que la viven los niños y adolescentes, es la calidad del equipo de monitores”. Y es que Juan Carlos ha coordinado más de medio centenar de proyectos educativos y valora, sobre todo, al equipo con el que lleva trabajando más de 25 años, “son profesionales de diferentes sectores, de absoluta confianza, que hacen un alto en el camino para ofrecer gratuitamente a los chavales lo mismo que ellos recibieron cuando eran más pequeños” apuntó López. “La magia -añade- está en la generosidad del equipo de voluntarios. En una sociedad en la que todo se compra y se vende, muy pocos son los que se suben al carro del sacrificio personal en beneficio de los demás. Esto es algo en lo que insisto cuando mantenemos reuniones con las familias. Los padres deben ser conscientes de que nuestro trabajo nace de profundas convicciones personales y así deben valorarlo”.
La temática del campamento varía cada año. Puede ser desde una aventura de vikingos, a la historia de Star Wars, o la de Sin City, que es la que corresponde a esta edición, una propuesta futurista a desarrollar en una ciudad distópica en la que lo que se persigue es que los chavales crezcan en valores. Cualquier excusa es buena para educar, porque lo que se pretende es “ayudarles mediante el juego a que sean mejores personas y también a que vivan una experiencia de encuentro con los demás, con la naturaleza y, de alguna manera, también con Dios, razón y fundamento de todos nuestros esfuerzos”, apuntó López. El padre Millán se encarga de dinamizar el ámbito pastoral. Considera que “el tiempo libre es un espacio ideal para educar en clave cristiana y es un complemento perfecto para la educación integral”.
El horario del campamento es intenso, desde las 9:00 horas hasta las 11:45 los chavales no paran y van de una actividad en otra. Además de las tareas personales como la alimentación y la higiene, toca hacer limpieza de servicios, del comedor, la fregata o, por ejemplo, el reciclaje, una de las apuestas más fuertes de este proyecto porque el cuidado de la casa común es una prioridad. Y lo que no puede faltar son las marchas por la montaña, el baño en el lago, los juegos y las veladas que son la esencia del campamento. Con muy pocos recursos el equipo es capaz de organizar dinámicas que mantienen enganchados a todos los acampados, sumergiéndolos en un extraordinario universo lúdico y educativo. Aquí juegan un papel importante los monitores, todos ellos titulados y muchos maestros y profesores durante el curso que, con años de experiencia a sus espaldas, son capaces de captar la atención de los más pequeños, pero también de los grandes.
José Miguel Alonso, más conocido como Míkel, es el jefe de cocina. Es profesor de religión en varios colegios de Zamora y junto a Zara, su mujer y también docente, se encargan de pilotar uno de los servicios más importantes del campamento. Indica Míkel que “los chicos comen bien y comiendo bien aseguramos que la actividad tenga éxito. Los padres se asombrarían de lo bien que se alimentan”. Zara se atreve a decir que de aquí los chavales salen con una lección aprendida porque “valoran las comidas y el esfuerzo de tenerlas a tiempo”. Lo mismo apunta Yoli, una trabajadora del 112 que desde hace años organiza sus descansos profesionales para poder participar en la actividad. Sara también echa una buena mano en la cocina, para ello se ve obligada a hacer equilibrismos para cuadrar los horarios de sus compañeras en la farmacia. Lo bueno, añade, es que “vengo con Jose, mi marido, y Tomás, mi hijo. Aunque es un trabajo de mucha intensidad física, de alguna manera, esto nos sirve para desconectar”. Adrián es otro de los miembros de cocina y también compagina su actividad profesional con las tareas propias de este servicio. Se ha incorporado al equipo porque su mujer, Miriam, vino desde pequeña como acampada y ahora, ya maestra en un colegio de Benavente, es monitora y se trae a sus tres hijos al campamento. No son los únicos matrimonios que forman parte del equipo, incluso algunos, como Óscar y Sole se conocieron en el campamento y desde entonces no faltan a la cita de la primera quincena de julio. Iturbe y Mamen, Paloma y Teo, Uri y Elena, Chechu y Tania son también matrimonios y piezas fundamentales en la administración de una actividad que cada vez resulta más complicada administrativamente. Tanto mérito o más tienen aquellos que dejan a parte de su familia en casa para venir al campamento. Es el caso de Ana, Esther, Sergio, Rosa y Pablo. Y es que no siempre las familias de los monitores pueden permitirse escapar del trabajo o comparten la pasión por este tipo de iniciativas.
Otro de los matices relevantes es que algunos de los monitores fueron hace no tantos años acampados. Su enganche en el proyecto asegura la renovación generacional, es el caso de Carlos, Manu, Matilla, Paula, Raquel, Teresa, Irene y Paula Vara. También forman el equipo María, Goretti y Paula como monitoras en prácticas. No obstante, el coordinador defiende que “aunque el proyecto indudablemente se enriquece con los jóvenes, es la experiencia y el saber hacer lo que distingue al Campamento Diocesano”. A Beltrán, uno de los niños que viene participando en la actividad desde hace años, lo que más le gusta es que de mayor, podrá ser monitor. “Tengo muchas ideas para cuando eso ocurra”, apuntaba Beltrán, y seguro que así es porque una de las bondades del tiempo libre es que desarrolla la capacidad creativa de los niños.
La edición XVIII del campamento ha terminado, pero los chavales no olvidarán las múltiples experiencias que han vivido estos días en medio del Parque Natural del Lago de Sanabria. Entre otras, cabe destacar las victorias de la selección española en la Eurocopa. En pocos lugares del continente se habrá respirado tanta tensión como en el campamento de Cáritas donde vivimos el acontecimiento como si estuviéramos en el estadio.
El equipo ya programa la edición número 19 y busca fechas para perfilar la nueva historia de 2025. Y todo para que los 170 acampados solo tengan que preocuparse de disfrutar.