06/07/2013
Crónica de la peregrinación a Lourdes
Lunes 1 de junio. Peregrinos de Zamora y Benavente iniciamos el viaje en el Año de la Fe, con la esperanza y la ilusión en el reencuentro con la Virgen de nombre Inmaculada Concepción, como ella mismo le dijo a Bernadette. Salimos de Zamora, paso por Benavente camino de Palencia, Burgos y parada en el Santuario de Aránzazu del que el Beato Juan Pablo II dijo que “el Santuario es la casa de María, la morada de la fe, donde el Señor es acogido constantemente por la Virgen María y dado al mundo sin cesar”. Allí, en recogido silencio, asistimos a la Santa Misa celebrada por D. Gregorio, Obispo de nuestra diócesis, sintiendo la presencia viva de Dios, adorado en brazos de María. A las 7 de la tarde, desde el autobús, ya divisamos las torres del Santuario de la Virgen de Lourdes: gracias, Señora por permitirnos el compartir con Vos unos días de oración y evaluación de nuestros valores de vida.
Martes 2 de julio. Casi al alba, misa concelebrada por los Obispos de las diócesis de Zamora, Cuenca y Astorga, en la Gruta de Massabielle, donde la Inmaculada Concepción se apareció a Bernadette: ¡qué mayor gozo que orar a los pies de la Virgen! Con emoción contenida las manos de los peregrinos, van rozando las piedras por donde rezuma el agua milagrosa que recoge al tiempo, las peticiones de cada uno de nosotros…, por nuestras familias, por nuestros hijos, por las vocaciones. Y la Virgen gozosa nos atiende y las acoge entre sus manos entrelazadas. Terminada la ceremonia el grupo de Zamora y Benavente sin olvidar a los dos entusiastas de Milles de la Polvorosa, iniciamos una dura ascensión por el monte de Espelugues, a fin de rezar el Vía Crucis. Espectaculares y majestuosos grupos escultóricos que ante su presencia permiten una profunda meditación en cada una de las estaciones. Recordamos a nuestros enfermos en las caídas de Jesús; y cómo podemos ser cireneos en las necesidades de los demás; y en la muerte de Jesús, el dolor desgarrado de una Madre al ver morir a su Hijo, recordando a todas aquellas madres que han pasado por un trance semejante; y en la 15ª estación, la resurrección de Cristo, que da sentido a toda la Pasión. Ya en la tarde, celebramos junto a los peregrinos de Salamanca, el sacramento de la Penitencia. Es un reencuentro espiritual con Dios, a través de su Madre, donde el perdón alcanza la quintaesencia del Amor que siente por nosotros y que le llevó a dar la existencia por la esencia. Son las luces de la fe.
Anochece en Lourdes. Miles de peregrinos avanzan silenciosos por la explanada portando antorchas encendidas. Un grupo de 16 formaban parte de una hilera que con grandes antorchas, dibujaban una M alrededor del paso de la Virgen de Lourdes, portado por 4 jóvenes pertenecientes a la Hermandad Hospitalaria de Lourdes. Esa misma hilera, durante el rezo del último misterio del Rosario, se situó inmediatamente detrás del paso, como en escolta, cantando al final el Salve Regina. De ellos, 7 pertenecían a la diócesis de Zamora, honor que quedó grabado a fuego para el recuerdo de sus vidas.
La niebla intensa nos calaba sin darnos casi cuenta; peso esas diminutas gotas milagrosas iban penetrando, sin darnos cuenta en nuestro corazón, impregnándonos en los misterios de la fe.
Miércoles 3 de julio. Amanece lluvioso. Son las lágrimas de María que sufre por nuestros pecados. Asistimos cerca de 2000 personas a la Santa Misa celebrada en la Gruta y oficiada por el Arzobispo de Granada a quien le acompañaban cinco Obispos y más de 80 sacerdotes. Fue la Misa internacional que no pudo celebrarse en la Basílica de S. Pio X, al estar inundada tras el agua caída días atrás. No importaba, los ojos de María los sentíamos cerca, junto a la fuente milagrosa. Por la tarde, excursión por los Pirineos y rezo en la naturaleza dentro de la Sala Capitular de la Abadía Cisterciense de Escaladieu.
Jueves 4 de julio. Primeras horas de la mañana. La niebla persistente no impide a nadie acudir alegres de nuevo a la Gruta. Rezar a la Virgen María se convierte en hábito gratificante para todos los que desde nuestra devoción mariana, sentimos cercana su presencia y su amparo. Hueco misterioso en roca viva y de él, mana una fuente con agua abundante que nos purifica y a los creyentes, nos ayuda en profundizar en la fe.
Escribo esto a los pies de la Virgen de Lourdes. Ella guía mi mano y permite que transmita a todos, lo que mi torpeza sin su ayuda, sería imposible de escribir. Aquí y ahora me viene a la memoria aquel pensamiento de nuestro insigne poeta José María Pemán, quien venía a decir que “ninguna palabra encierra un significado más profundo que el de María”. No se puede decir más con menos palabras. Así es y aquí en Lourdes se constata de manera fehaciente.
Y llegó la media tarde. De pronto la niebla se apartó para dejar un cielo azul sobre Lourdes; un sol radiante proyectaba su luz a la solemne procesión del Santísimo, que custodiado por los estandarte a uno y otro lado del cortejo, proporcionaban una formación de respeto ante el Cuerpo de Cristo portado en la custodia por el Arzobispo de Granada. Este, bendijo a enfermos y peregrinos que rodilla en tierra, postrados ante el Señor, le confiamos nuestra alma para la salvación del mundo.
Viernes 5 de julio. De regreso, parada en Loyola con visita y Misa en el Santuario. Después, mientras el autobús devora los kilómetros para reencontrarnos con nuestra vida cotidiana, se siente, se palpa la alegría y la felicidad en nosotros. Es cierto. A todos nos acompaña la “Sonrisa de María”.
JOSE ANTONIO MOLINA BENITO