Comienza la Cuaresma

El diezmo, la penitencia y el domingo

Como en la vida cotidiana también en la liturgia hay interrupciones. La contemplación de la vida de Cristo cada domingo, este año a través del Evangelio de San Mateo, se ve interrumpida por el ciclo litúrgico de la Cuaresma y la Pascua. Como en la vida cotidiana está jalonada por la cruz y la gloria también nuestro tiempo litúrgico contempla en estos noventa días la cruz y la gloria. A veces no nos damos cuenta pero la cuarta parte del año está dedicada a la preparación y a la celebración de la resurrección del Señor en la noche santa de la Pascua que se extiende hasta la venida del Espíritu Santo cincuenta días más tarde, y que comienza a prepararse cuarenta días antes con la imposición de la ceniza.

La Iglesia nos enseña que con el primer domingo de Cuaresma comienza el venerable Sacramento de la observancia cuaresmal. El concilio II de Braga suprimió el ayuno en los domingos. El miércoles de ceniza comienzan los cuarenta días de penitencia que nos llevarán a la Pascua.

La tradición hispánica no tiene añadidos estos días para compensar los domingos: la penitencia comienza el lunes de la primera semana de Cuaresma. Usaron el número cuarenta simbólicamente; y simbólicamente al tener treinta y seis días se aproxima más a una décima parte del año. Por ello la tradición hispánica nos habla de la Cuaresma como el pago de los diezmos espirituales al Señor.

Nuestra liturgia de hoy nos invita a que estos diezmos se hagan a través de tres signos como son la oración, el ayuno y la limosna que hemos de leerlos en la clave de las lecturas del próximo viernes: “Este es el ayuno que yo quiero: soltar las cadenas injustas, desatar las correas del yugo, liberar a los oprimidos, quebrar todos los yugos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, cubrir a quien ves desnudo y no desentenderte de los tuyos” (Is 58,6-7).

 

Por Santiago Martín