09/04/2023
Dar vida cuando todo parecía terminado
Homilía del obispo:
En estos días ¿Cómo te ha mirado Jesús en Getsemaní, en el Cenáculo, en la Cruz, en los distintos pasos de las procesiones?
Esa mirada, transforma, te hace ver desde el “cielo nuevo y la tierra nueva”, te hace ver desde Jesús. Nuestros ojos ven más de lo que creémoste: cuando miramos a alguien a los ojos, vemos su alma, el centro personal desde donde es consciente de sí mismo. Mirar a Jesús resucitado es ver su alma, el Espíritu que le ha vivificado, la paz, la alegría y nos transfigura. Nuestros ojos son nuestro interior. Veo el misterio, contemplo su gloria eterna.
El evangelio presenta la secuencia de los acontecimientos que permitieron la experiencia y la convicción de la resurrección de Cristo según S. Juan. La primera que ve el “signo” de la resurrección, el sepulcro vacío, es una mujer que se sentía profundamente agradecida a Jesús, María Magdalena. Ella será la encargada de alertar a los discípulos del sorprendente acontecimiento. Juan, el discípulo amado y Pedro corren al sepulcro, Juan llega primero, el que ama más profundamente, pero cede la primicia de la confirmación al que el mismo Jesús había nombrado al frente del colegio apostólico, Pedro. Su testimonio es consecuencia de la experiencia indudable de que Jesús de Nazaret superó la muerte está vivo. Jugarse la vida por ese testimonio nos ayuda también a nosotros a fortalecer la fe en la resurrección de Cristo.
María Magdalena, aquella mujer llena de amor,se vió entonces envuelta en algo excepcional: ser la primera en ver y predicar a Jesús Resucitado. Ella fue la primera en comprender que Dios había actuado con la más bella de todas sus obras: dando y recreando la Vida a Jesús. Aquella mujer, a partir de aquel momento, comprendió e hizo síntesis de su vida, adquirió la Luz que le trajo Paz y lo anunció a los demás.
Tres verbos: ver, creer y predicar a los compañeros que Dios había hecho una de las suyas: dar Vida cuando todo parecía terminado. “Buscad los bienes de allá arriba”. Son bienes eternos como el amor, la intimidad con Dios, la verdad, la comunión entre los que convivimos...etc., son aquellos bienes los que nos hacer ser lo que somos como personas humanas, los que nos definen como tales. Estos verbos son fundamentales en la experiencia cristiana de fe. Es verdad que la fue de Jesús quien experimentó en su ser la resurrección y todavía no ha llegado nuestro momento, sin embargo, aquello que se nos pide experimentar no es la resurrección sino el encuentro con el Resucitado, con el Viviente, aquel que la muerte no pudo retener y que, como dice Pedro en su discurso, tiene la gracia de manifestarse. Esta experiencia de Dios, hecho fundante de la fe cristiana transmitida desde los apóstoles, sigue siendo necesaria para todos los que profesamos el nombre de cristianos, quienes tenemos el encargo de predicar dando solemne testimonio. Cristo ha resucitado. Aleluya