06/06/2024
"Donde dos o tres se reúnan en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos"
Una reflexión sobre la grandeza de lo pequeño
No es habitual que los pueblos pequeños se conviertan en el foco de la noticia. Hace años que perdieron su protagonismo porque buena parte de sus habitantes se aventuraron a buscar otras plazas más atractivas como Madrid, Bilbao, Barcelona… Aquellas grandes capitales de España, e incluso del extranjero, se convirtieron en destino de miles de hombres y mujeres, zamoranos y de otros lares, que contribuyeron con su sacrificio al desarrollo de una industria que necesitaba altas dosis de mano de obra para cumplir los objetivos del crecimiento económico del país. Y el éxodo hizo que nuestros pueblos sin pretenderlo, pero de manera irremediable, se abonasen al silencio, ocupando los márgenes de cualquier proyecto estatal y condenando a sus gentes a la irrelevancia y a la desatención estructural. Muchos se vaciaron, otros incluso desaparecieron, y se asentó la idea de que nada importante podía pasar en ellos. Solo aquellas enormes ciudades, levantadas con el sudor de los que décadas atrás tuvieron que emigrar, parecían tener derecho a la atención y a la prioridad política. Los recursos dedicados a los más pequeños se redujeron iniciándose el camino hacia lo que hoy algunos llaman España vaciada. Sin embargo, la Iglesia no ha querido jugar la baza del ninguneo y, una vez más, reivindica con su diario vivir la dignidad de esos pueblos pequeños y olvidados con grandes y pequeños gestos. En esta última categoría se sitúa la decisión del obispo, Fernando Valera, que ha querido iniciar su visita pastoral allá donde muchos dejaron hace tiempo de mirar. Ese detalle es toda una declaración de intenciones que suscribe la máxima evangélica de que para Dios los últimos serán los primeros.
Ha sido Figueruela, una localidad sayaguesa con 16 habitantes en la que la vida transcurre tranquila y sin sobresaltos, donde el obispo ha hecho su primera parada para compartir con sencillez la oración y la mesa con los tres feligreses que acudieron a la llamada de Héctor, su párroco. A los ojos del mundo quizá pueda interpretarse como una oportunidad perdida, pero para el obispo ha resultado ser una experiencia “rica y profunda”, que le ha llenado de alegría porque la misión de la Iglesia es “llegar a todos, especialmente a aquellos que viven en lugares apartados y a menudo olvidados”.
La predilección de la Iglesia por lo pequeño no es una novedad. Desde sus inicios, la comunidad cristiana se ha caracterizado por su cercanía a las periferias. La foto de Fernando Valera con los tres vecinos de Figueruela demuestra que el apoyo y el amor de la Iglesia a estos pueblos es un reflejo del mandato evangélico de cuidado y atención a cada persona, especialmente a las más vulnerables.
La diócesis, al estar presente en estos rincones apartados, reafirma su misión de acompañar a los más pequeños y de valorar la riqueza de lo rural y de lo sencillo. Los sacerdotes encargados de estos pueblos así lo demuestran, llegando cada día a aquellos rincones que otros ya abandonaron por falta de interés o de atractivo. Dios quiera que esta entrega generosa siga dando frutos y que nuestros pueblos de Zamora mantengan la esperanza y se enorgullezcan de lo que fueron, son y serán.