27/03/2024
El obispo en la Misa Crismal: "Tenemos un presbiterio sacrificado y lleno de nobleza"
Llegados al corazón de la Semana Santa, nuestra diócesis ha celebrado en la mañana del Miércoles Santo la Misa Crismal, una liturgia que ahonda en la renovación espiritual de los creyentes y en la unidad de la comunidad católica, una unidad que, en esta ocasión, se ha significado de manera especial en la persona del nuncio de su Santidad, monseñor Bernardito Auza, que participó en la eucaristía y que nos acompañará hasta la tarde de mañana para conocer nuestra semana de pasión.
A la celebración ha asistido todo el presbiterio diocesano, diáconos, comunidades de vida religiosa y laicos. El obispo Fernando Valera inició su homilía citando a Santa Teresa en el libro de la Vida: “Cuando vi a Jesucristo, su incomparable belleza quedó impresa en mi alma tan profundamente, que todavía hoy la tengo esculpida”. Y es que el prelado apuntó que “la belleza no se deja agotar argumentalmente, ni tiene su verdad en la palabra, ni en la razón, sino en la contemplación” para, inmediatamente, afirmar que el óleo que se consagra en esta misa crismal entrará directamente en el interior del creyente para protegerle y animarle en el camino espiritual.
Monseñor Valera ha tenido palabras muy especiales para los sacerdotes, invitándoles a que rompiesen con la tentación de la polarización y con la violencia de nuestro mundo, con el cansancio de la propia fe en occidente o con una cultura aburrida de su propia historia que ha abdicado de conocer la fe en Jesucristo. Les ha recordado que “cuando la cruz de Cristo se planta en medio de la historia, la belleza se da más en el servicio y en la humillación hasta el final”.
El final de la homilía ha querido ser una llamada a todos los sacerdotes a que vivieran la belleza de su ministerio abundando en las siguientes actitudes:
- La de la dulzura, sin el exceso de discursos, arrodillados, y como María en Betania, aliviando los pies cansados de Jesús con el perfume más excepcional.
- La de la ofrenda. Esta celebración, indicó Fernando Valera, es una oportunidad para los sacerdotes de convertirse “en ofrenda, renovando la vida con una adhesión cordial a las promesas de la ordenación”. Un presbiterio sacrificado y lleno de nobleza que debe estar preparado “para llevar las mismas heridas de Cristo”.
- La de “la alegría, esa que rompe con ese pesimismo antievangélico. Dice el cardenal Bustillo, que la alegría siempre va acompañada de sus hermanas la pobreza, la fidelidad y la obediencia”. Invitó el prelado a que los sacerdotes fueran cada día más allá de su propio estado de ánimo.
- La de “la visión positiva de la vida, la capacidad de asombro, de confianza en los demás, la esperanza en una humanidad asentada en la bondad y en el deseo del gozo de la paz”.
Ha concluido el obispo su homilía recordando de nuevo a Santa Teresa: “cuando vi la fascinante belleza del Señor ya no encontré a nadie que a su lado pudiera todavía decirse bello y que todavía pudiese ocupar mi espíritu”.
Finalizada la homilía, los sacerdotes han renovado junto al obispo y la comunidad reunida sus promesas sacerdotales, comprometiéndose en una entrega total a la misión de la Iglesia. Posteriormente se bendijeron los óleos sagrados. Cada uno de estos óleos lleva consigo un profundo simbolismo y propósito dentro de la vida sacramental de la Iglesia. El de los enfermos, que representa la curación y la fortaleza. El de los catecúmenos, que es un signo de bienvenida y acompañamiento en el camino de la iniciación cristiana. Por último, el santo crisma, que simboliza la santificación y la consagración.
Ha habido también en la celebración oportunidad para el recuerdo del pueblo ucraniano, pidiendo a Jesús, Príncipe de la Paz, por el final de la guerra.
Concluyó la eucaristía con las palabras del Nuncio, monseñor Bernardito Auza, que pidió particularmente por los sacerdotes de esta diócesis y los bendijo, señalando que en nombre del santo padre les trasladaba su más sincero agradecimiento por su generosa entrega al Evangelio.