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El Seminario ofrecerá a sus alumnos matricularse en el Colegio Medalla Milagrosa
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24/02/2022

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El Seminario ofrecerá a sus alumnos matricularse en el Colegio Medalla Milagrosa

El Seminario Menor San Atilano es un centro de Educación Secundaria Obligatoria dirigido a la formación integral de adolescentes y jóvenes y a su acompañamiento personal para el adecuado discernimiento en clave vocacional. Desde su fundación en 1797, miles de alumnos han crecido en torno a esta institución que ha generado extraordinarios resultados, tanto en la promoción de centenares de sacerdotes como en la formación de cristianos comprometidos con el ideario de la Iglesia Católica.

Dada la situación que experimenta nuestra provincia y las grandes transformaciones sociales, culturales y religiosas acaecidas en la actualidad, especialmente en el ámbito de la enseñanza, percibimos que ha llegado el momento de que el Seminario opte por una apuesta educativa renovada. Es por eso que, siguiendo las indicaciones del papa Francisco en su propuesta de Pacto Educativo Global, desde la diócesis, en orden a continuar con la labor educativa a la que nos sentimos llamados, queremos replantear el modelo de Seminario iniciando un proceso transformador que permita la mejor consecución de sus fines. Por este motivo, a partir del próximo curso, el Seminario mantendrá su identidad canónica, pastoral y vocacional, pero ofreciendo a los alumnos la posibilidad de incorporarse al Colegio “Medalla Milagrosa” para continuar sus estudios.

Desde su fundación en 1903, el Colegio “Medalla Milagrosa” ha demostrado ser una escuela católica de calidad contrastada, un centro de referencia social y un proyecto educativo basado en la excelencia. Nos gustaría que las familias de nuestros alumnos confiasen en este colegio para dar continuidad a la educación de sus hijos, convencidos de que esta opción les permitirá crecer en un ambiente académico más enriquecedor, así como en una propuesta perfectamente alineada con los valores del Evangelio.

En estos días se está trabajando para que algunos profesores del Seminario se puedan insertar en el claustro del Colegio “Medalla Milagrosa”. Así mismo, la capellanía será atendida por uno de los sacerdotes del Seminario. El centro ha comunicado esta decisión a los padres indicando que el reducido número de alumnos, la insostenible situación económica y la inminente entrada de la LOMLOE hacen inviable la continuidad del Seminario en el formato académico actual.

El Seminario Menor San Atilano ha prestado un servicio notable a la cultura de esta diócesis y lo seguirá haciendo desde la colaboración con el Colegio “Medalla Milagrosa. El Seminario seguirá siendo la institución diocesana dedicada a la promoción de la vocación sacerdotal, para ello ofrecerá la posibilidad de residencia y formación no reglada a aquellos alumnos que opten por un acompañamiento personal en clave vocacional.

Fernando Valera Sánchez, como obispo de la diócesis, lamenta esta decisión y se muestra preocupado por el futuro de algunos de sus trabajadores. Del mismo modo, quiere agradecer la confianza a los centenares de familias que optaron por educar a sus hijos en el Seminario, la extraordinaria dedicación de su personal y la inestimable ayuda de tantos benefactores que han hecho posible esta obra educativa.

Por último, el obispo quiere expresar su más sincero agradecimiento a las Hijas de la Caridad por acoger a los alumnos del Seminario en un colegio tan emblemático para la diócesis y la ciudad como la “Medalla Milagrosa”.  

En Zamora, a 24 de febrero de 2022.

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13/11/2024más info
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Este domingo, en el marco del Día de la Iglesia Diocesana, la parroquia de San Lázaro de Zamora ha sido escenario de una celebración retransmitida en directo para toda España por RTVE. La misa, presidida por el obispo de la diócesis que estuvo acompañado por el párroco, Florencio Gago, y varios sacerdotes colaboradores, ha congregado a fieles de la comunidad en una jornada de oración y comunión. La eucaristía ha comenzado de manera solemne con una procesión de entrada, marcada por el característico toque de campanas del barandales de la Hermandad de Jesús en su Tercera Caída, una cofradía que ha sido la promotora de la retransmisión de esta celebración desde la parroquia.  La música corrió a cargo del coro parroquial, formado por el nutrido grupo de personas que acompañan las celebraciones dominicales con la participación activa de los niños. También hubo oportunidad para que el grupo de clarines de la cofradía hiciera sonar sus instrumentos dándole solemnidad a la celebración. En la homilía, pronunciada por el obispo, se ha subrayado el papel de la cofradía en su inserción parroquial. He aquí aquí el texto completo: "Queridos amigos en el Señor Permitidme que mis primeras palabras sean para los enfermos, especialmente para los que nos estáis viendo desde vuestras casas. Un recuerdo, muy especial a los afectados por la DANA, los heridos, los que no tienen casa, los fallecidos. Vaya nuestro cariño, oración y solidaridad. Gracias a Televisión Española y a todo el equipo de El DÍA DEL SEÑOR, llega a vuestros hogares, a vuestras residencias, a vuestros hospitales esta celebración, para la cual, vosotros, los más débiles, sois los primeros invitados. Como en un puzle perfecto, encajan todas las piezas que motivan esta celebración. En primer lugar, la intención de la Hermandad de Jesús en su Tercera Caída por poder retransmitir la misa dominical desde aquí, desde Zamora, desde esta parroquia de san Lázaro con una vitalidad envidiable. Esta es vuestra casa. En ella hacéis experiencia de vida comunitaria, de hermanos que os reunís en torno a la mesa del Señor para la fracción del pan que motiva después vuestra intensa vida caritativa. La Hermandad, la vuestra y todas las demás tan decisivas para nuestra iglesia, no son islas en la vida de la diócesis. Son parte de ella. Están insertas en ella. La fe vivida de esta manera, en una cofradía que recibe aliento de la parroquia y da vida a la misma parroquia, es siempre un testimonio de autenticidad. Las imágenes no tienen sentido sin la realidad sacramental que acontece aquí, en medio de nosotros. Y sin la caridad que hace real y creíble el amor que se predica. Y todo ello hoy, día de la iglesia diocesana. Desde aquí. Desde Zamora. Emblema de una tierra con hondas raíces de fe llamada desde su pequeñez a la esperanza. Aquí, en esta tierra, se hace presente nuestro Señor. En esta tierra estamos llamados a vivir del todo nuestra fe. Aquí tenemos que hacer realidad, la experiencia de Elías y de la viuda que pone siempre la carne de gallina: “La orza de harina no se vaciará. La alcuza de aceite no se agotará”. Nadie como vosotros, los cofrades, sabe hasta qué punto se remueve el interior cuando escucháis los sonidos de vuestra hermandad en la calle, cuando pasáis al lado de vuestros seres queridos, cuando recordáis los tiempos pasados junto a los que ya no están. Ese interior, donde bien sabemos que está la verdad siguiendo la célebre sentencia de San Agustín, es el que hoy, día de la iglesia diocesana, se nos invita a recuperar. Somos buscadores de la verdad. Pocos adjetivos recogen mejor a los protagonistas de la historia de la salvación que este, el de buscadores. ¿Y si lo que buscas está en tu interior? ¿Por qué no aprendes a mirarte para mirar, a descubrirte para descubrir, a amarte para amar? Ver con el corazón, porque la fe no sólo mira a Jesús, sino que mira desde el punto de vista de Jesús, con sus ojos: es una participación en su modo de ver (LF, 18). Ver ese interior con los ojos de Jesús, el tuyo y el mío, donde están nuestras miserias y habitan también nuestras buenas intenciones. En ese interior donde está nuestra pobreza y pecado, está nuestra virtud y nuestra grandeza. En este interior donde están tus cosas y las mías, está hablando Dios. Por eso hoy, la iglesia diocesana llama a escudriñar lo profundo de nuestro ser. Porque ahí podemos vernos a nosotros mismos sin nuestro yo que tanto oculta y obnubila todo lo demás y a todos lo demás. Porque ahí, donde nos sentimos tocados por Dios, nos sabemos miembros de un gran cuerpo. Lo poco que podamos dar de nuestra vida siempre dará vida. El evangelio lleva días hablándonos de lo poco: del grano de mostaza, de la poca fe, de la pequeña limosna. Todo lo que haces por la vida de los demás, por poco sea, te da vida a ti. La comunidad es tanto más auténtica cuanto más experimenta que lo que haces por los otros, te hace a ti, que lo que ofreces a los otros, se te devuelve con creces a ti. La iglesia diocesana es esa comunidad, esa porción que no es toda la iglesia pero que tiene TODO lo que es la iglesia. Y que cuenta contigo y conmigo. Y que nos necesita. Como me habéis oído decir tantas veces: en esta iglesia todos tienen sitio. Pero siempre falta alguien. Esta es nuestra tarea evangelizadora: invitar a los que están a venir, a sentarlos a nuestra mesa, a ofrecerles nuestro pan. El contacto con la Carne de Jesús, su cuerpo eucarístico prepara nuestros ojos para ver con el corazón de nuestro Señor. Tú y yo, aquí, en nuestra comunidad, en nuestra parroquia, en nuestros grupos y movimientos; en cada una de nuestras diócesis, somos la muestra de cómo nuestra nada, cuando se pone al recaudo de los otros, se pone a la vista de Dios. Y así alcanza su fruto y nos llena de alegría. El día de la iglesia diocesana es el día de la sinodalidad por excelencia. Es el día en el que recordamos el valor de todos. Es el día en el que nos descubrimos como pueblo que camina con todos y para todos. Es el día en el que nos sabemos miembros necesitados de perdonar y de ser perdonados experimentando así, la belleza de pedir perdón, como nos recuerda el papa Francisco en Dilexit nos, la reciente encíclica. Pongamos nuestra pequeña limosna en sus manos porque sólo él, como repite el salmo, sustenta al huérfano y a la viuda. Gracias queridos hermanos por vuestro tiempo, por vuestras virtudes, por vuestra ayuda, por vuestro esfuerzo, por vuestra vida. Dios os bendiga". La celebración continuó en un ambiente de recogimiento comunitario, reflejando el espíritu de la jornada y rezando por la misión evangelizadora que se iniciará brevemente en la parroquia junto a las Hijas de la Caridad y los Hermanos Paules. Una experiencia que en coordinación con otras parroquias nos recuerda a todos la importancia de ser parte activa de la vida de la Iglesia y de la necesidad de llevar el evangelio a todos los rincones de la tierra. Los sones de "La muerte no es el final" y el cántico a la Virgen pusieron el colofón a una celebración que llenó el templo y expresó la estrecha vinculación de la cofradía con la comunidad parroquial. Desde la diócesis agradecemos el gesto de RTVE y particularmente al equipo de "El día del Señor" por esta retransmisión en el Día De la Iglesia Diocesana para toda España.  
10/11/2024más info
Carta del obispo con motivo de la Iglesia Diocesana
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En su carta para la Jornada de la Iglesia Diocesana 2024, el obispo de Zamora, Mons. Fernando Valera nos invita a vivir intensamente el lema de este año, Una llamada que cambia vidas. Subraya que todos estamos llamados a caminar juntos como discípulos de Cristo, fortalecidos por el Espíritu Santo, quien renueva en nosotros el deseo de servicio y entrega a los demás. Mons. Valera destaca la importancia de la unidad, la comunión y el servicio, pilares de nuestra comunidad diocesana, y nos alienta a asumir nuestra misión con autenticidad, compartiendo la alegría de la fe y trabajando juntos por el bien común. Este espíritu de sinodalidad y corresponsabilidad es, según el obispo, el motor que nos impulsa a enfrentar los retos de hoy y a construir una Iglesia viva y abierta. "Que el amor de Dios nos impulse a vivir con entrega y generosidad nuestra vocación de servicio", concluye Mons. Valera, animando a los fieles a responder con valentía a esta llamada de transformación. Esta jornada nos invita a renovar nuestro compromiso con la misión de la Iglesia en Zamora y a ser un testimonio de esperanza en nuestra sociedad. Contribuir económicamente es una forma concreta de responder a esta llamada y de participar en la labor de la Iglesia que, a través de sus programas educativos, culturales y asistenciales, lleva esperanza y apoyo a miles de personas en nuestra comunidad. Cada aporte cuenta y permite que sigamos desarrollando proyectos y servicios fundamentales para el bienestar de todos.  
07/11/2024más info
San Atilano, un obispo del siglo X... ¿sabes quién fue?
San Atilano, un obispo del siglo X... ¿sabes quién fue?
  Los primeros datos biográficos existentes acerca de San Atilano, primer obispo y patrono de la Diócesis de Zamora, se hallan contenidos en un breve relato laudatorio del obispo San Froilán incluido en la “Biblia mozárabe” de la catedral de León, redactado en un monasterio berciano por el diácono Juan en el año 920. La narración afirma que el santo lucense se dedicó a la predicación de la Palabra de Dios, llevando una vida solitaria y teniendo como compañero a San Atilano, con quien construyó una celda en el monte Curcurrino. En el valle de Veseo edificó un cenobio y estableció una comunidad. El rey Alfonso III lo mandó llamar, haciéndole donaciones y autorizándole para construir otros cenobios. Edificó el de Tábara, dúplice, donde congregó a seiscientas personas, y otro junto al río Esla, en el que reunió a doscientos monjes. Fue consagrado obispo, a la vez que San Atilano, el día de Pentecostés, para ocupar las sedes de León y Zamora respectivamente. Aunque no se pueda colegir del texto mencionado atendiendo a su tenor literal, es posible que San Atilano permaneciese vinculado a San Froilán desde su encuentro con él en las montañas leonesas hasta el momento de la consagración episcopal, y que, tal como afirma la tradición, abandonase con él la vida anacorética o eremítica para abrazar el monacato y con él participase en las fundaciones patrocinadas por el rey Alfonso III. No volvemos a tener noticias de San Atilano hasta fines del siglo XIII, en que el franciscano fray Juan Gil de Zamora narra la invención de las reliquias de San Ildefonso de Toledo en la iglesia de San Pedro de Zamora, en 1260, y afirma que el cuerpo de San Atilano reposaba en el citado templo. Ya en el siglo XVI, Lucio Marineo Sículo, humanista siciliano, cronista de Fernando el Católico y profesor en la Universidad de Salamanca, dedica un extenso relato a San Atilano, inspirado posiblemente en los leccionarios antiguos. Su obra refiere que el santo, con veinticinco años de edad, se dirigió al monasterio de Moreruela, donde el abad Froilán lo nombró prior, y que ambos fueron consagrados obispos el día de Pentecostés para ocupar las sedes de León y Zamora. Y añade un dato legendario siendo ya obispo de Zamora: el de su peregrinación de penitencia y ulterior hallazgo de su anillo pastoral en el vientre de un pez, elementos narrativos que sirvieron para fijar la representación iconográfica del santo. Una de las obras de fray Atanasio de Lobera, publicada en 1596, es clave para comprender la confusión en la que se ha visto envuelta la figura del santo secularmente. Este monje cisterciense, manteniendo la vinculación de ambos santos, y habiendo encontrando documentos de otro obispo de León llamado Froilán a finales del siglo X y principios del siglo XI, modifica la cronología del San Atilano, situándolo como coetáneo de este último prelado. Afirma que San Atilano nació en Tarazona –dato que ya había ofrecido con anterioridad Alonso de Villegas– en torno a 939, siendo hijo de padres nobles, que lo concibieron tras un período de esterilidad. Educado en la virtud y después de concluir sus estudios a los quince años, recibió el hábito benedictino en un monasterio cercano a su ciudad natal y posteriormente fue ordenado sacerdote. Estando San Froilán en el monte Cuturrino fue admitido en su compañía y ambos fundaron un monasterio en el valle de Oveso, del que San Froilán fue abad y San Atilano prior. Admite que pudo ser monje en Sahagún, donde existió un ejemplar del tratado de San Ildefonso de Toledo dedicado a la virginidad de María, copiado de su mano según la inscripción que contenía. Llamados por el rey, recibieron dinero y licencia para fundar otros monasterios: el de Val de Tábara o Moreruela de Tábara, y el de Moreruela, de los que fue prior. En 990, al vacar las sedes de León y Zamora, fueron elegidos para ocuparlas, siendo consagrados ambos el día de Pentecostés. El padre agustino Manuel Risco, en su obra España Sagrada, demuestra el error de Lobera invirtiendo sus argumentos, citando el texto del diácono Juan antes aludido. En la historiografía moderna destaca el estudio de Palomeque Torres, que demuestra taxativamente que en la sede zamorana sólo hubo un prelado con el nombre de Atilano en los primeros años del siglo X, coetáneo de San Froilán y del rey Alfonso III, con testimonios documentales entre 905 y 917, y afirma la carencia absoluta de otros que prueben la existencia de un obispo del mismo nombre a fines del siglo X, cuando la sucesión episcopal se había interrumpido. Y el de Carriedo Tejedo, que propone para San Atilano un largo pontificado de veintitrés años, entre 900 y 922, según la documentación existente, en la que aparece con los nombres de Adtila, Atila, Atilla, Attila y Attilanus, y en ocasiones seguido del título de la sede zamorana. San Atilano fue canonizado por el papa Urbano II en el año 1092, en la ciudad de Milán, siendo uno de los primeros santos en ser elevado a los altares por la Iglesia Romana, pues hasta entonces lo hacían los obispos en sus respectivas diócesis. El Martirologio Romano actual lo coloca en el día 5 de octubre, con el siguiente texto: “En Zamora, también en Hispania, san Atilano, obispo, que, siendo monje, fue compañero de san Froilán en la predicación de Cristo por las tierras devastadas por los musulmanes (916)”. Probado su culto, al menos desde el siglo XII, sus restos se conservan en la iglesia zamorana de San Pedro y San Ildefonso. Aunque no existe documentación que lo confirme, es muy probable que sus reliquias, junto con las del santo toledano, fuesen elevadas en 1496 a la capilla alta situada en el ábside de la mencionada iglesia, según consta en el rótulo del arco que divide las alturas: “AQUI SE ELEVARON LOS CUERPOS DE S. ILDEFONSO Y SAN ATILANO A 26 DE MAYO DE I496”. De sus restos falta el cráneo, que se conserva en la catedral de Toledo. En 1644 se concedió un hueso del brazo derecho al cabildo y ciudad de Tarazona, por mediación del rey Felipe IV. El fémur derecho, procedente del monasterio de Moreruela, al que se donó en 1662, lo posee actualmente la catedral de Zamora. También se conservan en la iglesia zamorana de San Pedro y San Ildefonso otras tres reliquias que la tradición identifica con objetos usados por San Atilano: su anillo pastoral, el nudo y un trozo de la voluta del báculo, y un peine litúrgico. Actualmente, su conmemoración litúrgica tiene la categoría de fiesta, y al tratarse del patrono principal de la Diócesis de Zamora, se celebra obligatoriamente en toda ella el día 5 de octubre. Hoy Más de mil años después de que San Atilano fuese el primer obispo de Zamora, la Iglesia diocesana sigue viva en nuestras tierras. Un monje, como era común en la época, es llamado a ponerse al frente de la nueva Diócesis independiente. San Atilano fue el primero, después se irían sucediendo los obispos en Zamora hasta el día de hoy, con nuestro actual obispo D. Fernando. Así pues, todos los cristianos de la Diócesis de Zamora tenemos la gran responsabilidad de mantener y extender la fe en Cristo, vivida en la comunidad de la Iglesia, entre nuestros contemporáneos. Y no podemos acobardarnos, acomplejarnos, agachar la cabeza o mirar para otro lado. Si tú y yo hemos recibido el tesoro de la fe desde nuestro bautismo, no es para guardarlo de manera egoísta para nosotros mismos. Tampoco podemos despreciarlo, poner nuestra condición de cristianos al margen de nuestra vida, guardarla en un cajón y sacarla de vez en cuando, mientras convenga. No es posible. San Atilano, según la leyenda, quiso dejar de ser obispo de Zamora porque se sentía desfallecido y por eso peregrinó a Tierra Santa, arrojando su anillo episcopal al río. Pero estaba consagrado a Dios y Él mismo le había encomendado la misión de pastorear a los fieles de Zamora. Por tanto sólo Dios podía levantar de sus hombros esta carga. No fue obispo de nuestra diócesis por horas, por un tiempo, según le convenía al propio San Atilano, no. Fue un encargo del Señor, para el que San Atilano fue asistido con la gracia del Espíritu Santo, con la fuerza de Dios, con los dones y carismas de los que fue investido por el mismo Dios para llevar a cabo su tarea. Si nuestro primer obispo hubiese confiado en sus propias fuerzas, en su capacidad, en sus cualidades, no hubiera sido capaz de asumir el servicio del ministerio episcopal ni un segundo. Sin duda, se fio de Dios, acogió la gracia del Señor que lo revestía y aceptó servir a los cristianos de Zamora como su primer obispo. Hoy, cada uno de nosotros recibimos una misión del mismo Jesucristo. Nosotros tampoco podemos exponerle al Señor nuestros méritos, nuestros títulos, nuestros valores para llevarla a cabo en nuestra vida. Si tenemos que realizar la voluntad de Dios en nuestra vida, entonces no es humana la tarea. Y por eso, el Señor nos capacita, nos ilumina, nos empuja, nos consuela, nos alienta. Por supuesto que todo lo bueno, noble, útil, valioso que tengamos en nuestra vida tenemos que ponerlo a disposición del Señor pero no poniendo nuestra confianza absoluta en el elemento humano, en lo que nosotros somos y en lo que nosotros podemos. Es el Señor, a través del Espíritu Santo, el que va actuando si sabemos ser disponibles a Él como San Atilano, a pesar de que muchas veces no comprendamos todo, no tengamos explicaciones, no obtengamos respuestas que nos convenzan. Confianza y disponibilidad fueron el lema de vida de San Atilano. Y hoy es feliz en la gloria de Dios. La misma gloria del cielo se nos promete a nosotros si sabemos vivir también desde los planteamientos de San Atilano. Información extraída del libro Con nuestros santos zamoranos (Zamora, 2013).  
05/10/2024más info
Arranca el curso pastoral con la III Asamblea Diocesana
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Hoy se ha celebrado la III Asamblea Diocesana de Zamora, un evento marcado por la participación activa y el espíritu de comunión. Con la asistencia de aproximadamente 150 personas, la jornada ha contado con representantes de todos los arciprestazgos, delegaciones, vida consagrada y otros grupos diocesanos de la Iglesia. El tema central de la asamblea ha sido la sinodalidad, un nuevo estilo que ha guiado los pasos de la diócesis en los últimos años, enfocado en la conversión pastoral y la renovación de estructuras en un camino compartido. Durante la jornada, los participantes han tenido la oportunidad de profundizar en el método de la "conversación espiritual", una práctica que se centra en la escucha mutua y el discernimiento en comunidad. A lo largo de la mañana, se exploraron las claves para vivir este proceso de forma auténtica. La asamblea también fue un espacio para el encuentro y la fraternidad. Los asistentes compartieron la comida, que sirvió como momento de convivencia y diálogo entre los distintos miembros de la comunidad diocesana. Por la tarde se llevaron a cabo dinámicas de motivación, preparatorias para la experiencia de la "conversación espiritual", que permitió a los participantes poner en práctica lo aprendido durante las ponencias. A las 19:00 horas, los participantes celebraron la Eucaristía en la iglesia de San Ildefonso, presidida por el obispo de la diócesis y que, además, sirvió de inauguración del curso pastoral. Participaron también un buen número de jóvenes que habían peregrinado a La Hiniesta. En su homilía, el obispo destacó la importancia de dos verbos fundamentales para la vida cristiana: adorar y servir. "Amar es adorar", señaló el obispo, subrayando que "la adoración es la primera respuesta que podemos ofrecer al amor gratuito y sorprendente de Dios". El obispo insistió en que "el asombro de la adoración es esencial en la Iglesia, sobre todo en este tiempo en el que hemos perdido el hábito de adorar". Añadió también que "la Iglesia que adoramos es la que nos dirige a Jesús y no a nosotros mismos", y que es necesario "dedicar cada día tiempo a la intimidad con Jesús ante el sagrario". Además, el obispo habló del servicio como expresión concreta del amor cristiano: "Amar es servir". Subrayó que "no hay amor de Dios sin compromiso por el cuidado del prójimo, de otro modo se corre el riesgo del fariseísmo". En este sentido, llamó a soñar con "una Iglesia diocesana servidora de todos, especialmente de los últimos", una Iglesia "que acoge, sirve, ama y perdona" y que se convierta en "un puerto de misericordia". Al finalizar la Eucaristía, los asistentes tuvieron la oportunidad de disfrutar de un concierto del grupo Alollano en la catedral, que añadió el toque cultural al cierre de esta primera jornada. La III Asamblea Diocesana no concluye aquí, continuará con dos jornadas más en los próximos meses, donde se espera seguir profundizando en los temas tratados y avanzar en el proceso de sinodalidad, siempre con el objetivo de construir una Iglesia diocesana más abierta, acogedora y comprometida con los más vulnerables. La III Asamblea Diocesana ha sido, sin duda, un nuevo paso en el camino hacia una mayor comunión y participación en la Diócesis de Zamora. 
28/09/2024más info
Arranca el curso pastoral con la III Asamblea Diocesana
Cerca de 200 personas participan en la Asamblea Diocesana
Cerca de 200 personas se congregan en el Seminario San Atilano para participar en la Asamblea Diocesana, convocada por Mons. Fernando Valera y que servirá como punto de partida del curso pastoral 2024-2025. Esta primera jornada de encuentro ha sido inaugurada por el obispo diocesano, Fernando Valera, que ha agradecido a los presentes la participación en esta tercera asamblea de la diócesis de Zamora. A continuación, el vicario general,  Antonio J. Martín, ha presentado a los sacerdotes jesuitas,  Juan Antonio Guerrero y José de Pablo,  que guiarán la asamblea y explicarán la metodología de trabajo: 'La conversación en el Espíritu '. La particularidad de esta tercera edición es el desarrollo de la misma en 3 jornadas. Las próximas convocatorias serán el 11 de enero y el 5 de abril. Eucaristía inicio de curso La asamblea finalizará en su primera jornada con la celebración de la misa a las 19.15 horas en la iglesia de San Ildefonso. Una celebración que servirá como arranque del curso pastoral y a la que está convocado toda la iglesia zamorana.
28/09/2024más info
Los jesuitas Juan Antonio Guerrero y José de Pablo participarán en la Asamblea Diocesana
Los jesuitas Juan Antonio Guerrero y José de Pablo participarán en la Asamblea Diocesana
La Asamblea Diocesana de Zamora de este 2024-2025 contará, en su primera jornada el próximo sábado 28 de septiembre, con la participación de dos jesuitas: Juan Antonio Guerrero y José de Pablo, que aportarán su experiencia y carisma ignaciano al evento.  - El padre Juan Antonio Guerrero Alves, S.J. es un sacerdote jesuita español que ha tenido un papel destacado dentro de la Iglesia Católica. Es conocido especialmente por haber sido nombrado por el papa Francisco como Prefecto de la Secretaría para la Economía de la Santa Sede, cargo que asumió el 1 de enero de 2020 y que abandonó -por motivos de salud- en el año 2022. Actualmente, es el director del Centro de Espiritualidad Ignaciano de Salamanca. La economía vaticanaDesde su puesto, Juan Antonio Guerrero ha trabajado para continuar la reforma financiera del Vaticano, promoviendo mayor transparencia, responsabilidad y eficiencia en las finanzas de la Iglesia. Ha supervisado el presupuesto del Vaticano, las inversiones y el patrimonio, en un esfuerzo por modernizar las prácticas de gestión económica y responder a las expectativas de transparencia por parte de los fieles y el mundo exterior. En julio de 2022, se anunció que Guerrero dejaría temporalmente su cargo por motivos de salud.     - El padre José de Pablo, S.J. es un sacerdote jesuita español, conocido por su trayectoria en la Compañía de Jesús y su trabajo en diversas áreas de liderazgo dentro de la orden. Ha desempeñado roles importantes en la organización y formación de los jesuitas, especialmente en el ámbito de la gestión interna de la Compañía y el acompañamiento espiritual. En julio de 2021, el padre José de Pablo fue nombrado Asistente Regional para Europa Meridional en la Compañía de Jesús, una posición clave en el gobierno de los jesuitas, que abarca la supervisión y coordinación de las actividades jesuitas en esta región, incluyendo países como España, Italia y Portugal. Este cargo implica acompañar y asesorar al Superior General de los jesuitas en la toma de decisiones y en la dirección de la orden en esta área geográfica. José de Pablo también ha sido reconocido por su labor en la formación de jóvenes jesuitas y por su compromiso con los principios ignacianos de discernimiento y misión al servicio de la fe y la justicia.  
26/09/2024más info
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