24/01/2024
Entrevistamos al obispo de Zamora, Fernando Valera: "La alegría del Evangelio llena el corazón".
Hace algo más de tres años, Fernando Valera Sánchez era un total desconocido para los zamoranos. Hoy es un hombre reconocido en nuestra provincia y también en la Iglesia española. Muchos han sido los medios que le han requerido en estos últimos meses. Y nunca les ha esquivado. En este 24 de enero, día en el que celebramos la memoria de San Francisco de Sales, patrón de los periodistas, hemos querido aprovechar la oportunidad para hacerle una entrevista y que nos hable, desde el corazón de pastor, de algunos temas de interés diocesano.
Don Fernando, hace no demasiado tiempo usted era sacerdote en una diócesis a casi 700 km de distancia. Hoy es obispo de Zamora ¿En qué ha cambiado su vida en estos tres años?
Hay un antes y un después de ser obispo. Recuerdo la primera vez que vine a Zamora, mis amigos quisieron acompañarme, pero les pedí que no lo hicieran. Cogí mis cosas, mi coche y la primera parada que hice fue en el Cristo del Carrascalejo. Allí me puse en manos del Señor, consciente de que iniciaba una nueva etapa en mi vida. Siento que no me ha abandonado en la misión. Cuando el Señor llama a una tarea como esta, funda por dentro a quien se pone en sus manos, da la paz y la cordialidad suficientes para afrontar el reto que le pide.
Un obispo no deja de ser un líder con un cierto poder sobre miles de fieles ¿No puede caer en la tentación de la auto-referencialidad?
Como obispo, puedo tener la tentación de la vanidad, de mirarme constantemente a mí mismo, de olvidarme de la cruz… son tentaciones que pueden aparecer una y otra vez, pero sé que solo desde el misterio de Cristo, desde la oración puedo superarlas. La confianza en Él me fortalece y me pone en el camino de la fecundidad episcopal. “La humildad es la verdad” dirá Santa Teresa.
¿Está contento entre nosotros?
Estoy plenamente feliz en la diócesis de Zamora. Eso no significa que no haya tenido que afrontar problemas personales y estructurales, pero siempre he intentado hacerlo con la mano tendida, afrontando con mansedumbre las diferencias y creando puentes. Está claro que gobernar exige también tomar decisiones y estas no siempre son bien recibidas por todos. En otras ocasiones también me equivoco y tengo que pedir perdón.
¿Qué cree que ha aportado en estos años al estilo de la vida diocesana?
Vivimos un tiempo nuevo, ni mejor, ni peor. La llegada de un obispo a una diócesis se acompaña siempre de nuevos acentos. En estos tres años he ido tomando decisiones, todas ellas meditadas a los pies de la cruz para encontrar luz y crear puentes. La historia dirá en qué medida he acertado o me he equivocado.
¿Cuál es el estilo que le gustaría que asumiera la Iglesia zamorana?
Como el papa Francisco escribió en Evangelii Gaudium, también yo “sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación”.
Mi deseo sería hacer todo lo anterior de manera sinodal, en equipo, por eso aquí no sobra nadie y siempre nos faltará alguien. Caminamos hacia un modelo de Iglesia más participativo, con más mujeres en los órganos de gestión, con laicos en decisiones importantes, con diáconos permanentes asumiendo servicios relevantes. Vamos caminando, estoy contento, pero aún queda mucho trecho por recorrer.
¿Cómo ve el estado de ánimo de los creyentes zamoranos?
A veces caemos en la tentación del desánimo, algunos dicen que “somos pocos y ya mayores”, pero la alegría del Evangelio llena el corazón, libera de la tristeza y del vacío interior, por eso he insistido en cultivar la esperanza en las comunidades. La fe está llamada a pervivir y a ser fermento espiritual.
Recientemente, participó en Roma en una visita al papa junto al resto de obispos españoles. ¿Cómo ve el futuro de las vocaciones?
Hay pocos seminaristas, pocos consagrados, es verdad, y es momento de pedir insistentemente a Dios que nos regale vocaciones suficientes, pero lo que necesitamos es trabajar pastoralmente para que haya cristianos comprometidos, familias creyentes, comunidades vivas. Con la oración y el trabajo pastoral las vocaciones llegarán. Tenemos que cultivar la mística de nuestra gente, ayudarles a tener experiencia de Dios, a situarse en el mundo desde su condición bautismal, no solo mirando a Jesús como referente, sino participando desde su mismo modo de ver. Si enseñamos a mirar con los ojos de Jesús todos nos haremos semejantes al Maestro.
¿Puede aportar la Iglesia algo a la sociedad zamorana?
La diócesis de Zamora ni está, ni estará en las lógicas de los partidos, pero se siente obligada a ser un activo social, a estar de otra manera y ser fermento en la sociedad, potenciando el diálogo como herramienta esencial para la construcción de la sociedad y del bien común.
Por desgracia, en la plaza pública hoy se impone el monólogo, el ruido y los intereses particulares y, así, se fractura el modelo de civilización que, con esfuerzo y sacrificio, hemos conseguido y estamos llamados a mejorar. No somos un partido político, pero tampoco neutrales, ni cómplices, por eso no estamos dispuestos a ponernos de perfil y a mirar qué pasa ahí fuera sin tener una palabra, sin sumarnos a proyectos que busquen el bien de todos. Queremos construir. Lo que somos y lo que tenemos es para evangelizar y para servir a la sociedad en la que estamos. Por eso tenemos que salir de las sacristías y proponer alternativas desde nuestra esencia creyente, estar en todos los foros, aunque no se nos espere.
Mi despacho y mi casa están abiertos a todos: los políticos y las instituciones lo saben; los curas lo saben; el Pueblo de Dios lo sabe. Y la mayoría lo experimenta para alegría de este obispo.
Uno de los grandes problemas de la Iglesia en España ha sido el de la pederastia ¿Cómo lo ha afrontado en Zamora?
Yo llevo años trabajando en este ámbito. Ya en Murcia escuché y asesoré a víctimas, pero la Iglesia ha perdido el relato en cuestión de los abusos. Por mucho que hablemos de las víctimas y de su dolor, por mucho que pongamos en marcha programas de reparación global, por mucho que nos enmendemos la plana, aceptémoslo: Hemos perdido el relato.
Tenemos que cambiar la lógica narrativa porque es tiempo de reconocer errores y de pedir perdón. Esto no es un ejercicio sencillo, requiere humildad, exige reconocer nuestra herida, la debilidad de nuestra condición humana.
Y junto a este reconocimiento del dolor causado, y en muchas ocasiones encubierto, tenemos que trabajar para que no se vuelva a producir ningún abuso: ni de poder, ni de conciencia, ni sexual. Desde el primer día de mi episcopado aposté por formar un equipo interdisciplinar que fuese, y así está siendo, foco de prevención para todos los agentes que en esta diócesis trabajan con menores y personas vulnerables. A día de hoy el recorrido es muy positivo: formamos dentro y estamos ya exportando experiencias y formación del camino recorrido a otras diócesis. Estamos muy orgullosos del trabajo realizado.
¿Cómo ha colaborado con las diferentes instituciones que han investigado los casos de pederastia?
Abusos y Evangelio son incompatibles, por eso hemos mantenido colaboración estrecha con cuantos han querido buscar la verdad sobre este tema. Transparencia absoluta con medios de comunicación, con la Conferencia Episcopal Española, con Cremades y Calvo sotelo, con el Defensor del Pueblo... Hemos ofrecido todo lo que está de nuestra mano para ayudar a quien se considere víctima, pero a día de hoy nadie ha llamado a la puerta de la Oficina del Menor para denunciar un abuso. Y hemos insistido en que lo hagan a cuantos han publicado alguna información al respecto.
Otro de los campos en los que ha dado grandes pasos es el de la economía. ¿No tiene miedo de que le acusen de ser un obispo especialmente preocupado por los dineros?
La iglesia no está para ganar dinero, es una institución orientada a la evangelización y para mantener esta encomienda tenemos que gestionar bien los recursos. Además de los trabajadores que desempeñan diferentes tareas para la diócesis y de los sacerdotes que atienden sus múltiples compromisos pastorales, más de 400 templos, casas parroquiales y edificios, algunos en ruinas, nos obligan a buscar nuevas fórmulas que nos permitan gestionar el patrimonio humano y material. Lo que hemos recibido hemos de cuidarlo para que siga siendo de todos y para todos.
Hemos explorado diferentes vías para una gestión más eficiente, humana y acorde con la doctrina social de la Iglesia: convenios de uso, ventas de edificios, alquileres sociales, la Fundación ZamorARTE… Creemos que con este tipo de fórmulas todos salimos reforzados y nos acercamos a la necesaria sostenibilidad. No hay vuelta atrás. Tenemos que trabajar para conseguirlo en el horizonte de esta década sin olvidar que todo lo que hagamos está al servicio del culto, de la atención humana, de la promoción de la cultura, de los proyectos solidarios y asistenciales y, sobre todo, de los más frágiles y vulnerables.
Recordamos que en sus primeros días de episcopado habló de transparencia. ¿Por qué es tan importante para usted?
Porque no tenemos nada que ocultar. Hemos trabajado para hacer que la diócesis de Zamora pase en poco más de dos años a ser considerada la más transparente de España, así lo ha publicado la Fundación Haz, constituida por un grupo de profesionales independientes para impulsar el buen gobierno, la transparencia, la rendición de cuentas y el impacto social de las instituciones.
Quizá, por esta nueva manera de situarnos frente a la economía, se haya incrementado la cifra de los contribuyentes zamoranos que marcan la X en su declaración de la renta. Son muchos más los que nos dan que los que nos siguen. ¿Por qué? Porque hay una percepción de lo que la institución es y hace en la sociedad.
¿Cuáles son sus retos principales?
Las periferias, sin duda. Los últimos seguirán siendo nuestra misión principal. Y en Cáritas tenemos nuestro buque insignia. Cáritas representa nuestras manos, nuestro corazón, nuestros pies en el mundo de la pobreza. Al obispo de Zamora le preocupa, y mucho, que no perdamos el relato en el que se la juega la credibilidad de la iglesia y del evangelio al que sirve: la caridad, la justicia social, la defensa de la vida, la mirada compasiva al pobre e inmigrante, a los descartados, a los que sufren problemas mentales.
El patrimonio ha sido otro de los ejes fundamentales de su episcopado ¿Por qué?
La Iglesia de Zamora promovió a lo largo de los siglos una intensa producción artística que nos permite mantener a día de hoy un ingente patrimonio cultural de notable trascendencia religiosa, social e histórica. A las manifestaciones arquitectónicas, pictóricas y escultóricas que tutelamos, se le suman las obras textiles, las rejerías, la orfebrería y un espectacular patrimonio documental y bibliográfico. Todo este legado conforma una importante documentación sin la cual sería imposible comprender la historia de esta tierra y de sus gentes.
Es indudable que este extraordinario legado ha pervivido en un óptimo estado de conservación gracias al celo de la comunidad cristiana, que lo asumió como recurso necesario para la evangelización y como elemento identitario. Queremos seguir preservando este patrimonio en las mejores condiciones para cumplir con sus fines propios, pero también para dinamizar y publicitar los atractivos turísticos y culturales de Zamora en orden a su promoción social, cultural y económica.
¿Qué papel juega en todo esto la creación de la Fundación ZamorArte?
La Fundación ZamorArte quiere ser el instrumento para impulsar la conservación, restauración, protección, investigación y difusión del patrimonio y del legado cultural perteneciente a la Iglesia de Zamora. Con ZamorArte queremos buscar un nuevo modelo de gestión que conciba el patrimonio cultural no como un lastre o elemento pasivo, sino como un factor de generación de recursos en orden a su propia sostenibilidad y al desarrollo económico y social del territorio. Desde esta clave, la fundación ya está trabajando en La Milla Románica (www.lamillaromanica.com) y en otros proyectos que van a suponer un impulso para el desarrollo integral de la provincia.
¿Qué hay de esos nuevos proyectos con el ayuntamiento, con la diputación, con Las Edades y otras instituciones?
Estamos muy ilusionados. Hemos creado equipos de trabajo que están avanzando en múltiples líneas y que pronto, esperamos, darán resultados. Poco a poco iremos viendo cómo la Iglesia zamorana se convierte en un activo social porque la fe no se lleva bien con el inmovilismo, está constantemente buscando la manera de ser fermento en la sociedad. Si Dios quiere, todas esas cosas en las que estamos trabajando harán que podamos echar una mano al desarrollo integral de esta tierra.
D. Fernando, ha sido un placer charlar con usted. Feliz día de San Francisco de Sales y que Dios siga guiando sus pasos.