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Fernando Valera en el miércoles de ceniza invita a escuchar el grito de los oprimidos
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14/02/2024

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Fernando Valera en el miércoles de ceniza invita a escuchar el grito de los oprimidos

El obispo, Fernando Valera, y los canónigos que conforman el cabildo catedralicio han celebrado en la S. I. Catedral, a las 10:00 horas, el miércoles de ceniza, día santo de oración y ayuno que inicia la cuaresma y, por tanto, el camino hacia la Pascua.  La ceniza, obtenida de la incineración de los ramos bendecidos en el Domingo de Ramos del año anterior, fue impuesta en forma de cruz en la cabeza de los asistentes para recordarles el comienzo de los 40 días de penitencia e invitarles a la conversión.

Fernando Valera en su homilía reconoció que, como dice el Evangelio, en la vida conviven el trigo y la cizaña, e invitó a los presentes, de la mano del Espíritu, a adentrarse “en ese lugar a veces terrible y desierto de la interioridad”, que es donde “se encuentra el centro de la revelación de Dios”, el lugar en el que se experimenta, como apuntó Kierkegaard, el Temor y el Temblor.

Citando al profeta Oseas, el prelado indicó que “La Cuaresma es el templo de gracia en el que el desierto vuelve a ser el lugar del primer amor, el lugar en el que Dios educa a su pueblo para que abandone sus esclavitudes y experimente el paso a la vida. Porque, continuó Valera, “la experiencia de la fe es la de un Dios vivo que se encuentra en el fondo del desierto que todos tenemos en el corazón”. A Dios no lo podemos contener, pero sí experimentar en su infinitud. Por eso, la Cuaresma es una oportunidad de conversión, es una ocasión para crecer en libertad y experimentar la alegría que eso comporta.

En el desierto de la interioridad, añadió el obispo, “escuchamos los gritos de tantos hermanos oprimidos por la violencia, el hambre, la soledad, la trata, el abuso, la soledad…”.

El obispo pidió a los presentes que renunciasen a otros dioses y a que se detuvieran “ante la presencia de Dios, en la carne del prójimo”. El camino de la oración, la limosna y el ayuno acaban con los ídolos que agobian y aprisionan, y ponen al ser humano en la presencia del Dios que abre a una nueva esperanza.

Terminó Fernando Valera su homilía pidiendo a la comunidad que en este tiempo de Cuaresma camine de la mano de María con esa nueva humanidad, la de los pequeños y humildes que no han sucumbido al encanto de la mentira. Ellos están siempre abiertos y bien dispuestos, son una fuerza silenciosa que sostiene al mundo. 

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