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Instantes eternos
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01/11/2021

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Instantes eternos

Todos hemos vivido momentos a lo largo de la existencia en que se ha producido una conexión especialmente intensa con nuestras emociones. Son oportunidades que todos recordamos, aunque hayan pasado incluso más de 20 o 30 años, porque han quedado grabados a fuego no solo en la memoria, sino también en nuestra alma. Conozco una persona de casi 90 años que se emociona al recordar algo maravilloso que vivió con tan solo 6 años. En lenguaje secular diríamos que son momentos “mágicos”. Son vivencias que afianzan el convencimiento personal de que todo tiene sentido. Más aún cuando ya van pasando los años, cuando uno va adquiriendo cierta perspectiva vital y logra ver que todas las piezas del puzle van encajando perfectamente; incluso aquellas que parecían sobrar por feas o inútiles. También esas encuentran su lugar preciso para embellecer el conjunto.

Es una lástima que, a menudo, nos estemos perdiendo momentos eternos por miedo a lo que digan los demás, a fracasar, a ser rechazados o por quejarnos de lo que no tenemos. No vale la pena malgastar tiempo dejándonos atrapar por las garras de una sociedad en la que parece que solo se valora a los demás en función de sus “éxitos”, resultados, alcances, capacidades económicas o de consumo. Una sociedad que cohíbe nuestra dimensión más trascendente, que nos convierte en un mar de dudas e insatisfacciones y que nos hace creer que siempre nos falta algo. Pero a poco que uno bucee en su interior puede escuchar esa voz que le recuerda, en medio de todos esos ruidos externos, que el único fracaso que existe es no vivir al máximo cada instante que se nos regala; vivirlo con intensidad y en positivo.

Aún aquel que piensa que todo se le pone en contra o que para él parece que no escampa, si esa persona inyecta amor a esos instantes de cada día que se le regala, nunca habrá fracasado. Es verdad que siempre hay rondando algún corazón enfermo, obstinado en sembrar vientos. Pero ya sabemos que, tarde o temprano, solo serán tempestades lo que coseche ese corazón que no quiera ser sanado. Si el mal no descansa nunca, los hijos de la Luz no tenemos un minuto que perder sembrando amor gratuito. En este caso también sabemos cuál será el resultado: una cosecha del ciento por uno. Sí, porque así es el Dueño del campo, que a sus “empleados” les paga con una inimaginable e inagotable generosidad. Solo cuando accedamos a la fiesta que Él nos ha preparado, lograremos ver el tapiz de nuestra vida por el lado para el que ha sido creado; y no por el reverso, que es como lo podemos ver de momento, durante el “más acá”, y por eso no nos gusta tanto. Solo es cuestión de tiempo bien empleado: tejer instantes eternos.

Ángel Carretero Martín

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