23/06/2024
"Y Dios parece dormir...". Segunda etapa de la visita pastoral
En esta segunda etapa de mi visita pastoral al arciprestazgo de Sayago, hacemos un alto en Pereruela y sus parroquias circundantes. Hace años P. Tillich escribió una obra titulada “Se conmueven los cimientos” para mostrar la importancia de la fe en una época en la que todo parecía conmocionado. Hoy siento esa misma conmoción, es como un cierto miedo al futuro. Hay realidades de nuestros pueblos y parroquias que no tienen vuelta atrás. Ya no existe la “España vaciada”, existe la “España abandonada”. Hay escenas que producen pavor. Nuestra gente siente la fatiga de lazos y de afectos, cansancio en el corazón. Pareciera que el cielo nos ha abandonado.
La barca, símbolo de mí mismo, de mi vida, frágil, de la gran comunidad y de sus problemas, está ahí, zarandeada por el viento y el mar. Y Dios parece dormir.
Es verdad que Dios no actúa nuestro lugar, ni nos salva de las tempestades, pero nos sostiene dentro de las tempestades. No salva del sufrimiento, sino en el sufrimiento; no protege del dolor, sino en el dolor. “Dios no salva de la cruz, sino en la cruz” (Bonhoeffer).
No entiendo, como pastor, la situación de nuestros pueblos. Marcos nos cuenta una tormenta. Y hoy doy gracias a Dios por todo lo que esta semana he contemplado y compartido en cada una de las parroquias: Pueblica de Campean, Sobradillo de Palomares, Las Enillas, La Tuda, Arcillo, Sogo, San Román de los Infantes, Malillos-Cernecina y hoy Pereruela. Aquí he intuido la respuesta de este evangelio de hoy. Jesús responde sin palabras. Jesús te dice que eres importante para él. Tú me importas, hasta el punto de que te he contado todos los cabellos de la cabeza y todo el miedo que sientes en el corazón. Dios no salva de la tempestad, salva en la tempestad. Me importas tú. Cada uno de los que he saludado estos días. Cada uno de vosotros, de vuestras historias, vuestras esperanzas. Yo quisiera que el Señor gritara inmediatamente al huracán: “¡calla!”; e increpara al punto a las olas: “calmaos”; y que en mi angustia repitiera “¡paz!”. Tú tienes tanta luz como hace falta para dar el primer paso. Tienes tanta fuerza que basta para dar el primer golpe de remos.
¿Sabéis por qué dentro de la ostra se crea una perla? Porque, siendo tan vulnerable, crea una concha para protegerse y, a veces, entra una minúscula arenilla. La ostra para protegerse segrega un líquido, la madreperla, que la cubre y va creándose una perla… Así somos nosotros, de nuestros miedos, nace el deseo de hacer cosas bellas, de trabajar, por los demás, de cuidar nuestras pequeñas comunidades, nuestra fe. Gracias D. Ángel por tanta generosidad, por tanto bien y tanta entrega a esta porción del Pueblo de Dios que cuidas con tanto mimo.
Una madre, ante un hijo enfermo, sabe que no lo puede curar, pero está sentada en el hospital, con él, con su mano agarrada. Está a su lado, no se va; está allí con el corazón. Es la fuerza, la seguridad y la presencia que no abandona. Así es nuestra iglesia de Zamora en sus parroquias. Amar primero, amar, perdiendo, amar sin esperar nada a cambio. Un Dios que solo puede lo que puede el amor. No tengáis miedo. Jesús está en la Barca, en su Iglesia, entre nosotros. Él está dentro de nuestra poca fe y viene a salvarnos de nuestros naufragios. Y la pequeña barca de Pereruela y el corazón avanzará hacia la otra orilla, donde el grito del temor se convierte en abrazo entre cada uno y su Dios.
Jesús, aun dormido, es garantía de salvación. Basta su palabra, un gesto. Dios bendiga esta santa tierra.