19/03/2021
Acción de gracias en la eucaristía del Jubileo
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Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos acerca del Verbo de la vida; pues la Vida se hizo visible, y nosotros hemos visto, damos testimonio y os anunciamos la vida eterna que estaba junto al Padre y se nos manifestó. Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos, para que estéis en comunión con nosotros y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Os escribimos esto, para que nuestro gozo sea completo. (1 Jn 1, 1-4).
El evangelista Juan, que participó de la experiencia de la Transfiguración en el monte Tabor, escribe años más tarde, con un corazón tocado por el amor y la Resurrección, con un modo de ver interior que transfigura.
Sr. Nuncio Mons. Bernardito Auza, gracias por venir de nuevo a ser testigo del don del Espíritu Santo, en medio de esta Iglesia que peregrina en Zamora. 900 años de la restauración de la sede episcopal, de la concreción de una Iglesia que se ha mantenido en la sucesión apostólica, en la confesión de fe católica, en la transmisión de la Revelación y en la actuación del Espíritu Santo. Transmita al Santo Padre nuestro profundo agradecimiento y nuestra comunión cordial.
Gracias Srs. Obispos por haber aceptado la invitación a participar de este evento en esta humilde y bella Iglesia de Zamora que tiene “Raíces de esperanza” y, por tanto, experiencia de fe y signos de un amor entrañable.
Gracias al Comité del Jubileo, al Consejo de gobierno diocesano, a los Arciprestes, al Presbiterio, a los diáconos, a la vida religiosa apostólica y contemplativa, a los seminaristas, al pueblo fiel en sus asociaciones, a las familias y grupos, gracias al coro y a las instituciones civiles y de gobierno que colaborarán con este acontecimiento de gracia.
Este jubileo es tiempo de discernir la voluntad de Dios para esta Iglesia que peregrina en Zamora. Discernir es ver con el corazón. Estoy convencido de que el Espíritu Santo ha querido este tiempo en el inicio de mi ministerio en esta mi Iglesia diocesana de Zamora para que, buscando la voluntad de Dios, podamos responder al deseo del Bien que tiene nuestro Padre Dios con la entrega de nuestras vidas.
Por otra parte, qué dice el Espíritu a cada persona y a toda la comunidad eclesial acerca de su vida y misión en este tiempo concreto de gracia.
Hemos descubierto en el trabajo de forjar este tiempo de gracia, que tenemos la oportunidad de buscar la lógica del amor que nos incorpore en la vida de hoy con una memoria agradecida. Es un tiempo para tener como valor absoluto el amor a las personas y una adhesión total a Cristo.
Por el don del Espíritu Santo, los miembros de la Iglesia poseen el “sentido de la fe”. Se trata de su “sentido espiritual”, que permite sentir con la Iglesia y discernir lo que es conforme a la fe apostólica y al espíritu del Evangelio. Por eso discernir es parte del tejido cotidiano de la vida concreta del santo pueblo de Dios.
Qué agradecido estoy a esta Iglesia que me acoge, me protege y me sostiene en el amor. Cuántos signos de su misericordia he podido vivir en estos tres meses. Gracias.
En un libro reciente de Diego José Fares escribe que: El papa Francisco insta a los obispos, a “no ser ciegos”, con frecuencia debe ir al templo, a la presencia esperanzadora de Dios, a la oración confiada y llena de nombres. Allí, en el templo, forjará su “piedad”, porque se hará cargo de “la roca de donde lo tallaron y de la cantera de donde lo extrajeron” (Is 51, 1).
Mi identidad es la fe de Abrahán, es la herencia recibida y que tengo que entregar paternalmente a aquellos que la llevarán adelante. Es una gran responsabilidad de este obispo y de esta Iglesia.
También nos muestra el Papa Francisco cada día que la “cercanía con todos” no es cuestión de más o menos simpatía personal, sino que es “trabajo”. Es un “no eludir el trabajo” propio del Pastor que ejercita la misericordia y el discernimiento en la cercanía cordial, en la pastoral cuerpo a cuerpo, en el salir a todas las periferias geográficas y existenciales.
Es una sensibilidad con los sufrimientos, con esta pandemia de la enfermedad, del paro y la precariedad económica que lleva, el sufrimiento concreto de la mujer vulnerable y que será nuestro signo jubilar.
Permaneced en mi amor, como esa categoría vital de comunión de Cristo y todo el santo pueblo de Dios. Yo seré vuestro Dios, vosotros seréis mi pueblo. Lo que hemos oído, lo que hemos visto, de lo que somos testigos os anunciamos la vida eterna.
Muchas gracias.