13/10/2021
“La vida de la Iglesia necesita la implicación y compromiso de todos los cristianos”
Entrevista con Emilio J. Justo
Por Viky Esteban
La Iglesia de Dios es convocada en Sínodo. El camino, cuyo título es Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión, se inició los días 9 y 10 de octubre en Roma y, el próximo domingo 17, será el turno de las iglesias particulares. También en la diócesis de Zamora. Con esta convocatoria, el Papa Francisco invita a la Iglesia a interrogarse sobre un tema decisivo para su vida y su misión: la sinodalidad. El sacerdote diocesano y profesor de la Facultad de Teología de la UPSA, Emilio J. Justo, ofrecerá el domingo una ponencia inaugural a partir de las 18.00 horas en la catedral de Zamora que intentará poner sobre la mesa aspectos relativos a la renovación eclesial.
- - ¿Qué busca el Pontífice en este Sínodo?
Creo que en este Sínodo se intenta promover una actitud de sinodalidad, esto es, de participación de todos, de trabajo en común, de diálogo. En el fondo, se trata de poner en práctica la realidad de la comunión en la Iglesia y de intentar que todos participemos. A nivel de la Iglesia universal es complicado dar forma concreta a esto. Por eso, considero que ha de fomentar actitudes que favorezcan la comunión y que generen una forma de vida eclesial, para concretar en las realidades más cercanas.
- - Se ha urgido a que la participación sea lo más amplia posible y haciendo especial hincapié en las mujeres. ¿Por qué esta insistencia?
La insistencia en la participación es una característica de lo que se llama sinodalidad y es la forma concreta de los sínodos. Compartir ilusiones, afrontar dificultades, intentar solucionar problemas requiere la participación de quienes están implicados. La vida de la Iglesia necesita la implicación y el compromiso de todos los cristianos. Sobre la insistencia en las mujeres, me parece que responde a que se comparte una inquitud social y a que se considera que su implicación en decisiones eclesiales ha sido escasa y, en ciertos ámbitos, nula. La realidad es que la presencia de mujeres en parroquias, movimientos y diócesis es abundante y activa. Convendrá revisar si su presencia en la toma de decisiones también es significativa. Me parece que lo más importante es valorar la vocación de los laicos y de la vida religiosa. La promoción de la vida laical y la implicación de los cristianos laicos en todo lo eclesial potenciarán lógicamente una forma de presencia de mujeres y de hombres.
- - Los laicos también son una “preocupación” en este Sínodo. ¿Se observa desde la Iglesia que no ocupan el lugar que deberían y que aún perdura cierto clericalismo?
Creo que cierta debilidad espiritual nos afecta a muchos. Cuando falta vivencia fuerte de fe se resiente el sentido del ministerio ordenado, la identidad y el compromiso de los laicos y la fuerza de la vida religiosa. Me parece que hay miedo a que los laicos asuman algunas responsabilidades y también hay cierta apatía por parte de laicos, ya que el compromiso eclesial conlleva exigencias de formación, de dedicación y de responsabilidad. Hay cierto clericalismo tanto en algunos ministros ordenados como en algunos laicos. Se necesita coraje, confianza e ilusión por parte de todos para cambiar algunas formas clericales.
- - ¿Cuáles son actitudes clericales?
La actitud fundamental es buscar seguridad es una identidad. El ministro ordenado se siente seguro en su identidad sacramental y la busca también al ejercer su ministerio sin contar suficientemente con otros, pensando en el fondo que él es el que da identidad a su parroquia, a su grupo, a su comunidad… El laico clerical se siente seguro considerando que la Iglesia es el ministro ordenado y sólo tiene que escuchar, recibir, colaborar. El clericalismo hace que se difumine la responsabilidad de cada uno. Por ejemplo, puede haber ministros ordenados que no consultan nada, que hacen lo que les parece sin tener en cuenta lo que piensan los miembros del grupo o de la parroquia, incluso en cosas sin importancia; puede haber laicos que no dicen lo que piensan o dicen lo que creen que el cura quiere escuchar. Otra actitud clerical puede ser pensar que los ministros ordenados son más importantes (el error está en el más, no en que el ministerio ordenado sea importante y constitutivo de la Iglesia, que lo es). A veces se pretende que los laicos sean ayudantes o hagan, por una supuesta escasez de vocaciones sacerdotales, tareas más propias de los ministros ordenados. Quizá también lo pretenden algunos laicos. En el fondo, el clericalismo difumina la sana diversidad de la comunidad eclesial.
- - Si hacemos historia, ¿Cuáles han sido los frutos que se han cosechado en la Iglesia tras la celebración de otros Sínodos?
Hay sínodos desde los primeros siglos de la Iglesia. Eran reuniones regionales de obispos para tratar cuestiones de fe, de moral o de disciplina eclesial. Después del concilio de Trento en los sínodos regionales o diocesanos no sólo se reúnen obispos, sino que se representa más ampliamente al pueblo de Dios. Y en la práctica actual los sínodos son principalmente diocesanos, donde hay una amplia representación de la comunidad eclesial, buscando la renovación eclesial e impulso espiritual para un tiempo. Los frutos de estos sínodos son algunas reformas y la orientación de la vida eclesial para un tiempo. Se trata, por tanto, de frutos espirituales y de acciones concretas que se programan. Pero el sínodo del que se habla ahora es el Sínodo de los Obispos, al que el Papa, de alguna manera, ha querido dar un dinamismo de participación a través de consultas a todas las diócesis y con distintas fases. No se puede esperar la concreción de un sínodo particular. En mi opinión, su fruto está más en la motivación y orientación general. La concreción de posibles reformas y de acciones debería depender de cada diócesis, discerniendo lo que necesita y conviene en el momento actual.
Viky Esteban, delegación de Medios de Comunicación