31/01/2015
Los consagrados de Zamora, “una vida derramada sin escatimar nada”
Dos religiosos de la Diócesis de Zamora, la hermana Almudena Prieto y el hermano Justino Santiago, fueron los encargados de presentar en las XIII Jornadas Diocesanas la actualidad y la identidad de la vida consagrada en esta Iglesia local, su misión y sus desafíos.
Zamora, 31/01/15. Ayer concluyeron las XIII Jornadas Diocesanas de Zamora, que han reunido en el salón de actos del Seminario San Atilano durante tres días a fieles procedentes de las parroquias, Seminario, Cáritas, institutos religiosos, movimientos, asociaciones y cofradías en torno a dos temas nucleares en la reflexión eclesial actual: los desafíos de la familia y el Año de la Vida Consagrada.
El tercer y último día de las Jornadas contó con una ponencia titulada “La vida consagrada en Zamora”, que estuvo a cargo de dos religiosos: Justino Santiago, hermano menesiano, natural de Reinosa, que fue superior provincial de su instituto entre 2003 y 2007 y desde entonces está en Zamora, donde es director del Centro Menesiano ZamoraJoven; y Almudena Prieto, sierva de San José, nacida en Zaragoza, que ha estado 16 años en la ciudad.
“Son dos consagrados de la Diócesis, así que son zamoranos de adopción”, señaló al presentarlos el vicario de Pastoral, Fernando Toribio, que se refirió a los “más de 400 consagrados que viven su vocación entre nosotros”. Acto seguido, tuvo lugar la oración, que fue compartida por todos los asistentes.
Perfume, vela, semillas
“Somos gente con una vida que merece la pena, gente con un sueño que merece la vida”, afirmó la hermana Almudena antes de proyectar un vídeo titulado “Gente consagrada”. A continuación, presentaron tres símbolos representativos de la consagración: un frasco de perfume, una vela y unas semillas. “Entrega sin medida, derroche… simbolizados por la unción de Betania, cuando María unge los pies de Jesús con un perfume que costaba el sueldo de todo un año”, señaló Justino. Y dos religiosas distribuyeron perfume por el salón de actos.
En segundo lugar, “la vela, que representa a la vida consagrada, que va ardiendo e iluminando, gastándose a lo largo del tiempo… una entrega esperanzada, para alumbrar y dar la vida. Ojalá que donde haya un religioso haya una referencia para las personas cercanas y una luz para su camino”. Por eso, explicó, sobre la mesa de la conferencia estaba una vela encendida.
La última de las imágenes es la de las semillas que, según dijo el menesiano, “nos recuerda que tenemos que hacer todo como si dependiera de nosotros, pero confiando porque todo depende de Dios. Hay que dejar que la semilla dé su fruto, después de haber trabajado. Nosotros no podemos hacer que la semilla germine”. Unas religiosas repartieron pequeñas bolsas de semillas entre los asistentes.
¿Cuántos? ¿Dónde?
¿Dónde está la vida consagrada en Zamora? ¿Desde dónde está? ¿Quiénes la forman? A estas cuestiones respondieron los ponentes. “Existe vida contemplativa en Zamora desde 1229, y las últimas consagradas en venir lo hicieron en 2011”, afirmó la Sierva de San José, y repasó todas las localidades de la Diócesis donde hay comunidades religiosas, que en total reúnen a 437 consagrados.
“¿Qué peso social tenemos los religiosos en este momento? Hay que ser como la levadura en la masa, como el grano de mostaza… y así estamos presentes en 28 instituciones. Con una media de edad de 70 años. La hermana más joven tiene 28 años y pertenece a las Benedictinas, y la mayor tiene 94”, dijo.
En la Diócesis de Zamora hay, además, 4 institutos seculares: Cruzados y Cruzadas de Santa María, Alianza en Jesús por María y Voluntarias de Don Bosco. Después del nacimiento de las grandes órdenes contemplativas, en los siglos XIX y XX fue la explosión de la vida religiosa activa, de la que también repasó las cifras.
El decálogo de la identidad
El hermano Justino habló de la vocación como primer término fundamental en la vida consagrada, “una experiencia de atracción por la que Dios llama a alguien a un estado o estilo de vida. Una llamada que parte de un encuentro”. Y citó al papa Francisco, que en la exhortación apostólica Evangelii gaudium habla del aumento de fidelidad a la vocación recibida como fundamento de toda renovación.
La segunda palabra explicada fue “carisma”. Después, la oración, desde la escucha de la Palabra de Dios, la eucaristía como centro de la comunidad, la oración comunitaria y la Liturgia de las Horas, además de la oración personal. La cuarta palabra: “comunidad”, que es clave, “la manera en la que nos relacionamos con los demás, una fraternidad mística contemplativa que sabe mirar la grandeza sagrada del prójimo y busca la felicidad de los demás”.
La quinta palabra fue “pasión”. No basta con leer y meditar a Cristo, sino que hay que vivir desde Él. El siguiente término, “gratuidad”. “¿Para qué sirve la vida consagrada?, se preguntan algunos. ¿No es un despilfarro de energía humana? Y el ungüento precioso derramado es símbolo de la sobreabundancia de gratuidad, una vida derramada sin escatimar nada”.
La séptima palabra fue “felices”. “Nuestra alegría es la de estar con Jesús, con quien siempre nace y renace la alegría, como nos dice el Papa. Ojo con encerrarse y perder la alegría”. La octava: “disponibilidad”. “Un consagrado es una persona ligera de equipaje… hemos entregado todo para estar libres y disponibles para lo que el Señor quiera. Es lo nuclear de nuestra vida como consagrados, es el sentido profundo de nuestros votos”, dijo Justino.
La novena palabra: “esperanza”, “una esperanza que se levanta en medio de las incertidumbres que compartimos con nuestros contemporáneos. Para Dios nada hay imposible”. Francisco “nos recuerda que encontraremos la vida dando la vida, y la esperanza, dando la esperanza”. Por último, el término “familia religiosa” o carismática, que incluye a los laicos que comparten la misma misión desde su ser laical.
Los campos de la misión y los desafíos
Los ponentes expusieron los ámbitos en los que están implicados los religiosos de la Diócesis de Zamora. Comenzando por la educación (con más de 5.000 alumnos en los diversos colegios de los institutos de vida consagrada), siguiendo por los ancianos, el mundo juvenil, la realidad rural, el trabajo con la mujer, las tareas de protección (sobre todo con los menores), la sanidad, la colaboración en la misión pastoral de la Iglesia, el acompañamiento de los últimos… y terminando por el imprescindible carisma de la contemplación, “la oración que sostiene nuestra vida”.
Un tercer decálogo que comentaron Almudena y Santiago fue el de los desafíos, que empiezan por la alegría: “que las personas que nos encuentran no vean en nosotros caras tristes, sino la alegría de sabernos queridos por el Señor y cuidados por Él”. El segundo desafío, la comunión. Al tercer desafío lo llamaron “inter”, refiriéndose a la intercongregacionalidad, intergeneracionalidad e internacionalidad, característicos hoy, cada vez más, de la vida consagrada.
La cuarta palabra es “fronteras”, algo característico de las presencias concretas de la vida consagrada: refugiados, pobres, anuncio creativo, iniciación a la oración… es el desafío de salir constantemente hacia las periferias, como dice el papa Francisco. La quinta palabra es “comunicar”, algo necesario en este tiempo, también evangelizando el continente digital.
El sexto desafío lo denominaron “oasis-faro”, aludiendo a ser faro de la gente con la que caminan los consagrados, a veces delante, a veces al lado y a veces por detrás. Y “que nuestras comunidades y monasterios sean oasis donde los sedientos puedan acudir a beber”. La séptima palabra fue “vocaciones”, y el menesiano pidió un trabajo conjunto en este ámbito.
Un octavo desafío lo constituyen los “laicos”, con la adhesión de fieles laicos asociados a los institutos religiosos. La novena palabra: “ternura”, algo a lo que llama permanentemente el pontífice actual. Por fin, el desafío de confiar en la “providencia”. Y para terminar, los religiosos ponentes se refirieron a la Virgen María, icono de la vida consagrada, sobre todo en el momento de la Anunciación.
Agradecimiento del obispo
El obispo, Gregorio Martínez Sacristán, clausuró las XIII Jornadas Diocesanas agradeciendo “a todos la participación y la presencia”. Sobre todo quiso “agradecer a los religiosos lo que hemos hecho, porque la Diócesis ha hablado de vosotros, os ha presentado a vosotros… ¿por qué? Porque sois la Iglesia de Dios que peregrina en Zamora”. El prelado insistió en que “no hay dos Iglesias, la vuestra y la nuestra, sino una única Iglesia, la del Señor, que camina con todos. Esto hay que agradecerlo, y sentirnos gozosos de haberlo podido vivir, escuchar y conservar todo esto en el corazón”.
El obispo añadió su deseo de “que lo que hemos oído estos días aquí ahora quede en el fondo del corazón para darle vueltas. Entonces habremos asimilado realmente lo que hemos recibido. Os agradezco enormemente la presencia y la venida, a pesar de las dificultades del tiempo y de la lejanía de los lugares. Hemos hecho una experiencia de Iglesia gozosa y que nos llena el corazón. Demos gracias a Dios porque es grande con nosotros y nos invita a que le respondamos generosamente”.