25/01/2017
Olegario González de Cardedal: “escuela y familia son una realidad complementaria”
El teólogo Olegario González de Cardedal fue el primer ponente de las XV Jornadas Diocesanas de Zamora, que se iniciaron ayer en el Seminario San Atilano, con una conferencia titulada “Familia y educación. La tarea inexorable”.
Zamora, 26/01/17. En la tarde de ayer, el teatro del Seminario San Atilano acogió el inicio de las XV Jornadas Diocesanas, dedicadas a la familia. El obispo de Zamora, Gregorio Martínez Sacristán, fue el encargado de inaugurar este ciclo formativo. En sus palabras previas a la conferencia, “muy agradecido a los participantes”. El tema, recordó, “es la familia, nuestro objetivo pastoral diocesano, desde tres perspectivas: su función educativa, la fragilidad y las redes sociales”.
Refiriéndose a la segunda de las ponencias, el prelado subrayó cómo el papa Francisco “invita a acompañar, atender y estar cerca de todas las debilidades y los defectos de las familias: la vejez, el paro, la ruptura, el divorcio, los hijos, la enfermedad... situaciones que necesitan que los cristianos prestemos atención”. Con respecto al ponente, destacó que ha sido profesor de muchos sacerdotes de la Diócesis de Zamora y agradeció su presencia.
El conferenciante, Olegario González de Cardedal, es sacerdote de la Diócesis de Ávila nacido en 1934. Doctor en Teología por la Universidad de Múnich, es catedrático emérito de Cristología de la Universidad Pontificia de Salamanca y miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Autor de numerosos libros y artículos, en 2011 recibió el Premio Ratzinger.
El contexto de un problema
González de Cardedal comenzó su intervención aludiendo a las perplejidades nuevas en nuestra sociedad, subrayadas por las últimas asambleas del Sínodo de los Obispos, dedicadas a la familia. En concreto se refirió a lo que señala el número 84 de la exhortación apostólica Amoris laetitia del papa Francisco: el desafío educativo.
Según este teólogo, “tenemos la admirable realidad hoy de la unidad de la conciencia humana mundial: todos podemos ser conscientes de lo que le pasa al ser humano en nuestras antípodas, un logro. Todos somos hombres, todos somos iguales en derechos y dignidad, hombres y mujeres. Lo que la ciencia, la técnica y la medicina han logrado en el último siglo es algo admirable. Por eso una lectura del todo negativa de nuestra realidad no es justa. Nunca ha habido menos pobreza que ahora”.
Recordó cómo, según el historiador Arnold J. Toynbee, “las civilizaciones no se hunden por eliminación desde el exterior, sino por suicido desde el interior”, es decir, por “la falta de confianza y de reflexión por parte de quienes las vivimos. Más decisivos que los desafíos son las respuestas que les vamos a dar, jugándonos la vida”.
Olegario desgranó algunas realidades que desafían al tema familiar. “Un hecho mortal en Europa es la implosión demográfica, después de la explosión demográfica que sucedió después de la Segunda Guerra Mundial. Hoy día nos encontramos con la terrible realidad de que Europa no tiene capacidad de engendrar viva para que pueda continuar. O crece o muere”.
También habló de la caída de los matrimonios en sus diversas formas, debida al miedo al arraigo, a los vínculos, a engendrar... De la normalización de los abortos en el juicio social pasando de lo que es dar muerte a un ser humano a ser una operación estética. Y del aumento de las rupturas de los matrimonios, lo que llega a una situación de individualismo y narcisismo como caracterizadores de una cultura del espectáculo.
En cuanto a la educación, se preguntó: “¿es posible la educación ante una doble amenaza: el puro positivismo tecnológico que sólo prepara profesionales, o la pura ideología dogmática, política o religiosa, que sólo busca adhesiones? ¿Qué espacio abierto queda para transmitir ideales que no sólo sean proclamas políticas y pensamiento que no sólo sea formación técnica? Ésta es la gran cuestión”. Además, el ambiente cultural dominante es el de “la modernidad líquida, la disolución de todo lo que era sólido. Nada permanece, todo es fugaz, incompleto, indefinido... todo se desvanece”.
La autonomía y la alteridad del hombre
La gran cuestión, subrayó, “es cómo estamos dispuestos a vivir nuestra vida: una autonomía desde el yo, o la alteridad como convicción de que se es hombre con los demás hombres, desde los demás hombres y para los demás hombres. La autonomía tiene que ser con dignidad moral, no subyacente a un egoísmo moral”.
Según el teólogo abulense, “hay una tensión entre lo que el hombre puede y debe ser. Tanto en la educación como en la familia, la cuestión es si uno se abre al otro. El fallo en esto trae consigo el fracaso de la vida personal y, con ello, el fracaso de la felicidad. El hombre está remitido, condicionado, pendiente de los demás, comenzando por el propio nacimiento, con diferencia de los animales: el recién nacido moriría si otro ser humano no lo acogiera, protegiera y enseñara”.
En este contexto, afirmó, “la educación da la mano al ser que llega a la vida para introducirla sin peligro en ella y para que pueda situarse ante ella realizando la propia misión. El hombre tiene que ser acompañado para ser persona, trascendiendo el orden de la naturaleza y el orden de la animalidad. La cultura es la palanca que permite a cada hombre ser libre y ser más allá de sus condicionamientos de origen”.
Y comentó los diversos términos empleados en este campo, señalando sus notas peculiares: formación, educación e instrucción. “¿El educando es quien recibe pasivamente lo que otros ofrecen, o debe ser introducido en el método de aprendizaje? ¿Es capaz cada sujeto de descubrir por sí mismo cada uno de los logros, conquistas e inventos de la humanidad, dada la brevedad de la vida? Éste es el desafío de una vida”.
Familia, escuela y sociedad, protagonistas de la educación
Olegario González de Cardedal citó lo que, en palabras de la exhortación papal Amoris laetitia, es una “deconstrucción jurídica de la familia”. Así comenzó a explicar cómo se entrelazan las aportaciones de familia, escuela y sociedad para la educación de la persona, recordando también las palabras del teólogo alemán Hans Urs Von Balthasar: “sólo el amor es creíble”.
En cuanto a la familia, repasó las nuevas comprensiones y realizaciones del matrimonio, cómo se han trastocado tareas de los cónyuges... “lo que trae consigo una remodelación de la situación jurídica, profesional y laboral de la mujer, para que pueda ser madre y profesional. No podemos reclamar sólo la maternidad o sólo la profesionalidad. Pero esto escapa a los matrimonios, y debe ser una cuestión social y política”. También han cambiado la situación de la educación en familia cuestiones como las familias monoparentales y las rupturas matrimoniales.
El ponente fue claro al señalar que “los niños tienen derecho a un padre y a una madre. El cristianismo tiene una vocación de convivencia a la vez que de resistencia, porque lo que está aquí en juego es asegurar a las generaciones futuras la posibilidad de nacer en una familia”. En cuanto al gran tema de la ideología de género, afirmó que “para los cristianos hay realidades previas que no son manufacturables ni manipulables por nosotros. La afectividad no está abierta, sino orientada”. Y en una sociedad pluralista “tiene que respetarse esta concepción de la vida humana”. El desafío estriba en “cómo transmitir valores e ideales en una sociedad pluralista”.
En cuanto a la escuela (considerándola desde el jardín de infancia hasta la universidad), el teólogo constató que ha habido un giro histórico, pasando de “ser un lugar de las minorías a una cuestión de masas. La cantidad ha repercutido sobre la calidad”. Un hecho nuevo es “el cambio de estatuto de los profesores, que antes eran la autoridad, y hoy sorprendentemente los padres están siempre en contra de los profesores y a favor de su propio hijo”.
Otros datos que comentó Olegario fueron “la prevalencia de lo que los alumnos oyen fuera, la pérdida de un horizonte compartido por todos que permite afrontar las cuestiones de la vida, el rechazo visceral contra todo lo que se considera dogma, de modo que toda actitud coherente es rechazada como dogmática e inviable en una sociedad democrática”. Por ello, “la escuela se ha vuelto una realidad polivalente, cuando no ambigua, para el tema de los valores e ideales. ¿Quién va a tener autoridad moral? Sólo estas personas van a ser verdaderos educadores”.
Una fe que ha pasado por la cultura y que se ha expresado en la cultura tiene credibilidad, explicó, como pasó en los primeros siglos del cristianismo. Y así, “la realidad de la escuela pone a los padres ante nuevas tareas, por lo que se enseña o no se muestra. Nada o casi nada de lo que se transmita en el orden religioso en la escuela adquiere credibilidad si no se encuentra reflejado, vivido en la familia, en los padres”.
En cuanto a la sociedad, el ponente afirmó que hoy es “el primer protagonista de la educación, ya que a través de grandes medios de información escribe, oculta, magnifica o crea la realidad. Se crean noticias falsas y surgen problemas: no sabemos a veces qué ha pasado. La sociedad se convierte en un monstruo, y hay que enfrentarse a ella con mucho saber y con mucha dignidad moral”.
Habló de la cultura del espectáculo, la preocupación por estar al día... lo que lleva a votar a unos u otros partidos, a comprar unos u otros productos, a afiliarnos a unos u otros movimientos... Y puso un ejemplo: “hoy la cultura tiene en Europa la misión de liberar a las mujeres musulmanas del imperialismo que rige en su casa. ¿Cómo hacer esa liberación sin desarraigo de su historia, sin traspasarlos a otra cultura que no es la suya? Ésta es una de las grandes cuestiones que Europa no tiene resuelta, porque ha desarrollado una razón sin fe, mientras que el islam ha cultivado una religión sin dimensión crítica alguna. En este choque no sabemos qué va a pasar, porque ninguno tiene verdadera flexibilidad para el diálogo”.
Familia y educación cristiana
Tras un breve repaso a varias cuestiones afrontadas por la exhortación Amoris laetitia del papa Francisco, González de Cardedal explicó que “la transmisión de la fe debe ir unida a la transmisión y desarrollo de la vida personal, algo que comienza con el bautismo y su realidad de gracia. La gracia del bautismo opera en la persona, y la iniciación cristiana se lleva a cabo en el hogar. Ser cristiano es una forma de vida, que incluye el obrar, pensar, relacionarse... En el hogar creyente deben estar los signos, los sacramentos, la relación... en conexión con la vida de la Iglesia”.
Una familia, insistió, “no es un núcleo cerrado, sino una célula, una Iglesia doméstica. Se es cristiano libremente, pero no por libre, al margen de la realidad eclesial. Hay que ser, sentirse Iglesia. Nunca ha existido un cristianismo sin Iglesia, y si ha existido, no ha perdurado”. Y sólo así, “con esta determinación interior del hogar, hay educación cristiana. La doctrina es secundaria con respecto a la vida vivida. Una educación cristiana engloba aquellos saberes sobre la historia, el tiempo y el lugar en el que se vive. Debemos ser los mejores ciudadanos”.
Habló también del papel de grupos, parroquias, asociaciones, movimientos... “que integren a los individuos en una fe celebrada, orada, compartida y defendida. De otra forma, el cristiano quedará en una sociedad que es pagana y da por superado el hecho cristiano”. Estos grupos “tienen que cultivar la comunión eclesial, porque si no se hace así, el pluralismo en la Iglesia hará que tales grupos se conviertan en sectas y terminen enfrentándose entre sí, independientemente de su carácter conservador o progresista”.
Frente a reduccionismos simplistas y consignas ideológicas, afirmó que “hay que luchar para que haya una escuela pública cada vez mejor, y luchar por la libertad de enseñanza, lo que permite la escuela católica”. También explicó que “escuela y hogar no son alternativa, sino realidad complementaria, para preparar a los hijos para estar gozosamente presentes en la sociedad, buscando una mayor paz y esperanza”.
El papel de la sociedad civil
En el turno de preguntas, entre otras cosas llamó a “ejercer la función de la sociedad civil, no dejar todo en manos de los poderes públicos. ¿Cómo es posible que la Alemania de los años 30 acabara fascinada por un personaje como Hitler y que no reaccionara? La sociedad civil debe objetar, criticar y crear realidades propias. Un ejemplo han sido Las Edades del Hombre, hechas por parte de la Iglesia”.
En la democracia, señaló, “nadie va a perseguir a la Iglesia por defender su concepción de la familia, aunque es verdad que nos hostigarán hasta el límite, hasta con querellas”. Pero también se preguntó: “¿la sociedad va a permanecer tan insensible sin percatarse de que sin familia no hay sociedad amorosamente vivible? ¿A qué límite tenemos que llegar para darnos cuenta?”. Y llamó a defender a los niños futuros “para que tengan derecho a nacer de un padre y una madre, que es la forma de ser hombre”. Sus últimas palabras fueron de exhortación a los oyentes a leer la exhortación Amoris laetitia del papa Francisco.